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‘Calles conscientes y seguras’: urbanismo táctico es el primer paso para la transformación

Rionegro, Antioquia. “El urbanismo táctico no tiene un carácter permanente, es temporal”, dice el arquitecto y experto en transformación urbana John Octavio Ortiz, director de planificación y diseño de Arquiurbano Taller, equipo consultor y ejecutor de ‘Calles conscientes y seguras’, en la ciudad de Rionegro en Colombia, ubicada a unos 40 kilómetros de Medellín.

Y lo dice para dejar en claro que el proyecto integrado por dos pilotos que intervinieron más de 2.060 metros cuadrados de espacio público en esta ciudad de cerca de 115.0000 habitantes, no es la solución definitiva para los retos de movilidad, espacio público o cultura ciudadana, entre otros; sino “un laboratorio vivo de experimentación y testeo (prueba)” que permite una transformación previa a obras definitivas.

“El urbanismo táctico son pasos y acciones estratégicas que permitan ser evaluadas y testeadas y que permiten consolidar una solución a un problema urbano, en este caso la movilidad y en medio de la pandemia donde las ciudades requerían transformaciones”, reitera Ortiz.

Conectando ciudad y ciudadanos

El proyecto de urbanismo táctico implementó dos pilotos en Rionegro, una ciudad tranquila y acogedora asentada en el Valle de San Nicolás que se avizora como una nueva área metropolitana junto a otros municipios del llamado Oriente antioqueño.

Durante 2019 y en el marco del programa de Ciudades Sostenibles del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, con su Laboratorio de Ciudades, el gobierno de Rionegro desarrolló un proyecto de urbanismo táctico alrededor del Hospital San Juan de Dios, que resultó, según Ortiz, en una experiencia muy positiva, colaborativa y participativa con múltiples actores.

“Ese es el antecedente. Allí en el hospital se dio una transformación que se llamó ‘Calles Conscientes’ o ‘Jardín de Colores’ y que hoy está nominada en la Bienal Colombiana de Arquitectura pero que estaba desconectada del centro histórico de la ciudad”, recuerda el arquitecto que, junto a Arquiurbano Taller, fueron también los consultores y ejecutores de la intervención.

Luego, en este 2020 con un nuevo gobierno en la ciudad, el alcalde Rodrigo Hernández Alzate decidió darle continuidad al aprendizaje y la capacidad instalada que dejó el proyecto con el BID en el hospital y emprender iniciativas propias que se aceleraron con la llegada de la pandemia y la necesidad de un mejor espacio público, una mejor movilidad con base en la inversión de la pirámide: prioridad para el peatón y los ciclistas.

El primero de los pilotos se realizó sobre un importante eje vial de la ciudad (calle 48) y además estratégico para conectar el Hospital San Juan de Dios con el centro histórico, “algo fundamental en tiempos de pandemia”, recalca el arquitecto.

El segundo piloto se implementó en el barrio San Antonio de Pereira, una especie de distrito turístico de la ciudad que cada fin de semana -en tiempos normales-, se abarrota de visitantes necesitados cada vez más de un mayor, mejor y más seguro espacio público.

“No se trata simplemente de pintar unos espacios”, advierte el experto en transformación de ciudades que siente que el urbanismo táctico es, en ocasiones, incomprendido, puntualmente tomado como obras permanentes, especialmente por algunas acciones desarrolladas en Medellín y “que no evolucionaron como es la esencia del urbanismo táctico”.

Para Ortiz, el urbanismo táctico consiste en “pequeñas acciones para grandes transformaciones. Acciones temporales, de bajo costo, ágiles y de alta calidad para realizar transformaciones contundentes”.

A ese estricto carácter temporal se suma el rol de laboratorio para ampliar el conocimiento de un reto urbano (un problema de movilidad, seguridad vial o espacio público) y luego, a través de la intervención, del testeo y análisis de sus resultados, diseñar, construir una obra pública argumentada, esta sí, de carácter permanente. Eso es evolución.

En ambos pilotos -calle 48 y San Antonio-, el antes y el después es evidente. En la calle 48 fueron 300 metros lineales de intervención, 820 m2 de espacio público peatonal, 15 nuevos pasos seguros, reducción de las distancias para el cruce de los peatones y un agregado muy importante: la creación de la franja para bicis que conectó también dos estaciones del sistema público de la ciudad: Bicirío.

“Los niños ya no quieren ir por otras calles, quieren ir a su colegio o salir por la 48, los colores, las figuras geométricas pensadas incluso para el distanciamiento físico en el disfrute del espacio, los atrae”, destaca Ortiz.

En San Antonio, donde curiosamente discurre una vía de carácter nacional (es un pequeño ‘pueblo’ tradicional con la mayoría de actividad ciudadana en torno a una plaza central), la intervención abarcó 1.260 metros cuadrados de espacio público, 400 metros lineales, 23 pasos seguros y acciones para estimular el tráfico calmado con velocidades máximas de 20 kilómetros por hora.

“Aquí la gente es muy respetuosa pero como hace falta algo de aceras, estos espacios para caminar y rodar en la bici son fundamentales”, dice sobre la intervención Víctor Emilio Vargas, residente de San Antonio con 74 años de edad, amante de caminar para todo y quien tiene además por pasión montar en bici.

 Más allá de la pintura y los colores

Para el arquitecto y director de planificación y diseño de Arquiurbano Taller, lo visible es solo la punta del iceberg de un proyecto de urbanismo táctico y el impacto en la calidad de vida de la ciudad se basa en los seis componentes de lo que el experto considera la metodología ideal para este tipo de proyectos.

“Los componentes son primero el de diseño urbano y arquitectónico. Segundo el técnico integrado por el diseño geométrico de vías y movilidad. Se suma el de gestión e interacción social; así como el componente artístico -en el caso de Rionegro, el proyecto se unió a la fundación de la empresa Pintuco, un ícono de la industria de las pinturas en Colombia y que suministró materiales especializados-. En quinto lugar, el de ejecución e implementación del piloto y por último el componente comunicacional”, detalla Ortiz.

Otra clave del proyecto ‘Calles conscientes y seguras’ fue la integración de los distintos actores dentro y fuera del gobierno local. Al interior con la participación de la Secretaría de Planeación, de Movilidad, de Cultura Ciudadana, de Desarrollo territorial; entre otras, sumadas a la empresa y la participación ciudadana.

En este orden de ideas, tan solo en el piloto de la calle 48, indica el arquitecto, consultor y ejecutor, se realizaron 140 actividades sociales y pedagógicas con participación de más de 3.500 ciudadanos. También se llevaron a cabo recorridos pedagógicos y campañas de cultura ciudadana para el buen uso del espacio.

“Invitamos a los conductores de transporte público. Los bajamos del bus, los montamos en bici y junto a ellos pasaron los buses para ponerse un poco en los zapatos del ciclista y así comprender la importancia de conservar una distancia prudente ante un ciclista”, relata el experto.

Finalmente, Ortiz enfatiza en que el urbanismo táctico va más allá de la pintura y su alcance se concentra en la transformación de la cultura ciudadana que es, en últimas, la que mostrará la verdadera potencia de cualquier intervención. “La cultura ciudadana se transforma en el largo plazo, entonces el urbanismo táctico es solo uno más de los pasos de esa transformación”.

Fuente: https://la.network/


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