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Mis recuerdos son aquellos paisajes

Por: Mario Sánchez Arteaga

En el trasegar de la vida, todos hemos tenido la oportunidad de atravesar senderos, paisajes y lugares que se han quedado guardados en nuestra memoria como fotografías en sepia, que el paso del tiempo los aviva en recuerdos. 

Esos horizontes de amaneceres y atardeceres los pintamos en un lienzo imaginario para evocar sentimientos que en cuyas remembranzas van plasmando nuestra propia historia. 

En medio de esos senderos de la vida se atraviesan personajes que a veces se vuelven irreales, míticos, leyendas en vida y después de muertos.

Sus pasos por este mundo brotan semillas como el grano de mostaza, pequeño e insignificante, pero cuando crece se convierte en uno de los arbustos más frondosos y de ramificaciones enormes. Son dioses de una religión llamada cultura. 

Edgar llegó afanosamente una mañana de verano a la estación de radio que yo dirigía, se sentó a dialogar conmigo mientras degustaba un café, cuyo pocillo no podía sostener en sus dedos debido al caliente del vapor que la bebida brotaba.

Comenzó a desenterrar muertos y darles vida a desahuciados personajes que en realidad yo poco conocía.

Me hablaba con aquella propiedad pensando que también sabría de ellos, desconociendo que nos separan más de 30 años en edad y que sus tiempos han sido muy ajenos a los míos. 

Logré discernir que era un apasionado del folclor, de la cultura vernácula, de la música del caribe colombiano, y en especial del Bolívar Grande, ese terruño que hasta mediados del siglo pasado fue conformado por los departamentos de Sucre, Córdoba y Bolívar.

La conversación terminó ya habiendo consumido el café al bajarle la evaporación, y con un sí a su propuesta: emitir el espacio radial que hacía con otros contertulios en la emisora UDC Radio de la Universidad de Cartagena llamado “La hamaca grande”.  

El programa fue exitoso desde sus inicios en 2012, se hablaba de los aires musicales sabaneros, toda la juglaría musical de la costa atlántica, hacedores de arte que ya deambulaban sin los reflectores de la fama y caminos de impopularidad.

Edgar Cortés Uparela es Ingeniero Químico, pero desde hace más de 40 años alternó su profesión con investigaciones profundas desde la frenética urbe bogotana y en todo el litoral de nuestro caribe, viajando a pueblos, corregimientos, veredas, rancherías y caseríos; buscando testimonios, entrevistas, datos y evidencias que sustenten sus historias de no ficción.  

Es un vehemente apasionado de la cultura y no escatima tiempo y dinero para saciar sus pesquisas y terquedades que hoy se ven reflejadas en 548 programas radiales emitidos en varias emisoras de la red de emisoras culturales universitarias de Colombia y en un valioso ejemplar impreso de 213 páginas “Mis recuerdos son aquellos paisajes”, cuyo nombre hace parte de los versos del maestro Calixto Ochoa en su canción Los Sabanales. 

Uno de esos personajes abordados en el libro fue el gran Alejo Durán, primer Rey Vallenato del Festival de la Leyenda Vallenata en 1968.

Con su estilo único y composiciones de antaño, Alejo implementó el realismo mágico en sus letras, específicamente en la canción “El Palco” donde narra un acontecimiento sucedido en el municipio de Sahagún – Córdoba. El palco, que se vino abajo en plena corrida de corralejas, el legendario acordeonero contó en la canción que duraron 5 días sacando heridos y perdieron la vida 600 personas.

Mucho tiempo después, Edgar se tomó a la tarea de averiguar sobre tal suceso, el cual después de varios testimonios y entrevistas verificó que el acontecimiento sucedió un 16 de diciembre de 1954 en la población sabanera mencionada, solo que no hubo un solo muerto. 

Otro dato imperdible y bastante revelador plasmado en el libro, es el descubrimiento de que el mismo juglar Alejo Durán en 20 temas de su larga producción musical no tocó el acordeón, sino que solo los cantaba. 

Recordemos que en esa época no existían los cantantes de vallenato, el acordeonero era el mismo interprete.

La persona que en los estudios de grabación ejecutó el acordeón en las 20 canciones fue “El Mono Campillo”, es decir, el Negro Alejo incursionó como cantante sin tocar su instrumento. Fue un secreto que guardaron la gente de Discos Fuentes, Alejo y el Mono. Los créditos nunca fueron reconocidos a Campillo y todos creíamos que Durán siempre grabó el acordeón en todos los temas. 

El libro revela datos nunca antes descritos sobre Máximo Jiménez, músico y luchador social. Rebelde y revolucionario, cuyas composiciones fueron consideradas de protesta.

Cortés Uparela logró permear la intimidad del reacio Indio Sinuano, como también era conocido.

Máximo estuvo en la cárcel en 5 ocasiones, sobrevivió 4 atentados y tuvo que exiliarse en Austria. Perteneció al selecto grupo “Fundación La Rosca de Investigación y Acción Social” al que pertenecían Orlando Fals Borda, Nelson Osorio, Elkin Mesa, Gabriel García Márquez, la cantante Eliana y David Sánchez Juliao. Apoyaban el proceso revolucionario en Colombia.

También se evidencian las cercanías con Hugo Chávez y la guerrilla Sandinista de Nicaragua. 

De Noel Petro se ha dicho tanto sobre su romance con la emblemática Claudia de Colombia, por quien estuvo al borde del suicidio al ella negar la relación que habían mantenido.

Todo el recorrido musical del Carlos Santana colombiano, por la destreza excepcional para ejecutar el requinto.

Lucy González, Calixto Ochoa, Alfredo Gutierrez, Otto Serge y Rafael Ricardo, Intérpretes del vallenato sabanero y el encuentro de Pablito Flórez y García Márquez; son algunos de los temas imperdibles en este valioso libro que con dedicación y minucioso cuidado logró labrar el autor. 

Estas 16 crónicas musicales, son un documento que debe reposar en las principales bibliotecas del país, en colegios y universidades, un ejemplar propicio para consultar, que las viejas generaciones refresquen aquellos paisajes de su Juventud, y, que las nuevas generaciones conozcan quienes fueron los Maluma, Los Carlos Vives y Bad Bunny de sus abuelos. 

“Mis recuerdos son aquellos paisajes” de Edgar Cortés Uparela, un aficionado que escribe libros, como diría Cortázar, no es más que una ayuda para que los paisajes de nuestra vida no se queden sin recuerdos. 

Posdata: Para quienes deseen adquirir el libro “Mis recuerdos son aquellos paisajes” pueden llamar al celular 300-816-5281 o al correo santabarbaraediciones@gmail.com

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