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Queiroz no renuncie

Como era de esperarse las colombianadas a la que estamos acostumbrados a apuntar, indicar, señalar, endilgar y hacer exigencias selectivas, el martes 17 la selección Colombia, al mejor estilo de la realidad que vivimos, fue masacrada.

Es una más que se suma a las 61 que llevamos en lo que va corrido de 2020 en la que han perecido 261 personas, afortunadamente en esta última no hubo pérdidas humanas, tan solo la dignidad deportiva, a nivel mundial, algo a lo que debemos estar expuestos y preparados porque cuando se acude a jugar un partido nada más real que ganar o perder.

Y es que aquel capítulo de las 7 plagas parece haberse ensañado con el país del Sagrado Corazón al que le atribuye ser el país más feliz del mundo como método de pan y circo.

El día lunes nos levantamos con la trágica noticia de la devastación de la isla de San Andrés y Providencia, en medio de la pandemia que ya parece para algunos haberse ido, dadas las fiestas y aglomeraciones.

Más de 11 municipios están alerta producto de desastres naturales, los contagios siguen su curso, la corrupción no baja, el hambre y el desempleo apremia, el Chocó enfrenta una de las peores crisis, por cuenta de las inundaciones, este departamento que pareciera la felicidad no les visita hace muchos años.

Es absolutamente imposible que el técnico Carlos Queiroz renuncie, ha sido el único hombre que el martes 17 de noviembre pudo tener a más de 40 millones de colombianos unidos, alrededor de 11 almas representando un país, sin distingo de raza, color, religión, tendencia política, etc. que vive desdichas mucho más graves que 6 goles.

Es que debíamos tener esa fiereza y ahínco para exigir, por ejemplo, que se cumpla con la defensa de la vida de los líderes sociales.

Que tal si, por cada gol, le exigimos a la fiscalía que esclarezca 10 casos de los que duermen el sueño de los justos.

Si se le exige a Queiroz la renuncia, por falta de resultados, exijamos también a cada ministro la responsabilidad que le compete por la caída de los puentes, las muertes por el sistema de salud, las vías en mal estado, mas recursos para la educación, menos impuestos y mejor salario.

Es que no se puede ser más hipócrita con el país y endilgarle solo los malos resultados.

Nadie ha salido a reconocer la gallardía de asumir la responsabilidad del trabajo que se realiza, aun cuando el resultado fue catastrófico, conducta que muchos no contemplan porque prefieren atrincherarse en las leguleyadas y prerrogativas que le brinda el estado social de derecho y amparados en el principio de buena fe y principio de oportunidad.

Se debe admitir que la culpa es de todos incluyendo quienes hoy piden la renuncia del técnico.

Colombia es un país de contrastes donde se pasa de lo sublime a lo ridículo, en poco tiempo. Contra Argentina  hubiéramos podido perder en aquel septiembre, cuando se ganó 5-0, las razones de la goleada comentan los expertos muchas: actitud, compromiso y delirios de grandeza, etc.

Y ya se supo que, hasta peleas hubo lo cual demuestra la profunda fractura interna hecho que es impensable bajo el concepto de equipo.

Cierto es que a nadie le gusta perder, pero es que ya a ello debíamos estar acostumbrados, por eso asombra tanta alharaca, por 6 goles, para una eliminatoria que aún podemos llegar.

Lo que No vamos a poder recuperar nunca es el puente de Chirajara que nos costó 72.000 millones de pesos, los sobre costos del túnel de la línea nos ha costado el 500 % más de lo que valía en un inicio, según indicó el contralor Felipe Córdoba.

Más todo el país atiborrado de ‘elefantes blancos’, que su traducción en perdidas económicas resulta absolutamente cómico, grotesco y ridículo que a la culminación del partido se diga que somos una vergüenza por haber perdido un partido y no por soportar más de 50 años de ignominia luchando contra la división de clases sociales, las políticas que han generado la guerra, la polarización del país cada vez más grave y las realidades que, en verdad, preocupan, además de traer miseria, muerte y desolación.

Tenemos muchas razones para que el señor Carlos Queiroz no renuncie y es ese solo hecho de mantenernos fundidos por 90 minutos para olvidarnos de la fatalidad que son los goles que nos han metido por décadas.

No renuncie, espere a que lo despidan así comprobaremos una vez más lo selectivos que son para la reivindicación de lo mínimamente necesario.

 

A lo mejor su despido pudiera ser el comienzo de la nueva era de las exigencias de resultados a quienes nos representan.

Algunos tienen razón #queverguenza ajusticiar a algunos por cosas tan simples y no tener el mismo carácter para defender la vida, la paz, la salud la honra y bienes de todos los colombianos.


 

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