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Las redes sociales crean generaciones de ‘idiotas’

Por Sixto Canabal Flórez*

El 4 de febrero de 2004 Mark Zuckerberg, junto con otros estudiantes de la Universidad de Harvard lanzaron un sitio web de servicio de redes y medios sociales en línea, con la intención de conectar a todos los estudiantes de las distintas fraternidades de la prestigiosa universidad; en unas pocas semanas el número de usuarios se duplicó y antes de un mes en la red se cuadruplicó, captando el interés de miles de usuarios que compartían fotos y experiencias en línea.

La popularidad del sitio se esparció como pólvora y pronto invadió, como un virus incontrolable, todo el globo terráqueo. El resto es historia, a día de hoy, casi tres mil millones de usuarios comparten fotos, vivencias, mensajes e intimidades de manera ilimitada por este medio.

Debido a lo lucrativo del negocio, cientos de ingenieros informáticos se han dedicado a la creación de alternativas muy similares, del vientre fértil de Facebook nacieron otras aplicaciones y páginas en líneaa análogas como Instagram, LinkedIn, Twitter, Tinder, Tik-Tok, etcétera; todas estas conforman el conjunto que conocemos como redes sociales.

A finales del siglo XVIII se generó un movimiento artístico que exaltaba el ideal de libertad y llevaba a sus pensadores a pretender crear un mundo ideal perfecto, donde el individuo podía desprenderse del mundo real y crear el imaginario de realidad que quisiesen. En la actualidad, las redes sociales son lo más parecido a este ideal romántico, donde el sujeto, sin importar la edad, puede crear una cuenta y dentro de ella ser lo que quiera ser.

Estas aplicaciones nos brindan la oportunidad de vivir experiencias que en la vida real serían imposibles: eres popular a pesar de ser tímido, siempre serás hermoso debido a los filtros de fotografía, la felicidad está al alcance de un “me gusta” aunque la situación te sobrepase; tienes miles de “amigos”, aun cuando en la realidad no tengas demasiados; es decir, que se han convertido en la válvula de escape para todos los usuarios que quieran salir de la monotonía del acelerado mundo contemporáneo.

Desde esta perspectiva, estas redes tienen muchas ventajas en la vida de la humanidad, pues han acortado las distancias entre familiares y amigos que están en el otro lado del mundo, permiten una comunicación instantánea y en tiempo real son una excelente herramienta para empresas y emprendedores al momento de hacer negocios, generan ingresos, entretienen, y hacen más llevadera la vida de las personas.

Esta fue la intención inicial de Zuckerberg y sus compañeros cuando por allá en el 2003 irrumpieron con esta idea. Sin embargo, a medida que van ganando acólitos y popularidad se empiezan a ver las grietas del uso excesivo que estas herramientas están causando en el consciente colectivo de la humanidad.

El uso desmedido, que lentamente se va transformando en una patología, produce menos contacto cercano, es decir, que las interacciones físicas se están viendo afectadas porque las personas nos sentimos más cómodas con el contacto digital. Hoy en día es muy común ver una reunión social entre amigos o familiares en la que la plática es mínima, puesto que se prioriza el tiempo que estamos en nuestro teléfono, para apreciar las publicaciones banales de los internautas.

Se prevalece la apariencia, que en términos psicológicos se determina como “deseabilidad social”, es decir, la tendencia a comportarnos de acuerdo con determinados patrones sociales que creemos son los correctos. Del mismo modo, las relaciones amorosas no escapan a esta moda. Muchas discusiones o rupturas vienen precedidas de un evento que se publicó en las redes sociales, desde un simple “like” a una fotografía o estado de alguien, o porque no bloqueaste a la persona que no me cae bien, o porque enviaste un corazón o le diste “me encanta” a quien no debías.

Asimismo, están afectando las relaciones profesionales, si bien las redes sociales no nacieron como una hoja de ruta para que las empresas contraten a sus empleados, hay innumerables casos de personas que son descartadas o despedidas de sus trabajos por su actividad en línea.

En esta misma línea, las familias se han visto fragmentadas por la influencia que las redes sociales crea en muchos usuarios, abuelos, padres e hijos de todas las edades sucumben a los encantos de estas: la educación de los hijos, el amor de la pareja, los valores familiares, todo, absolutamente todo lo que atañe al núcleo familiar, se ve reducido a la influencia hipnotizadora del teléfono o computador; influyen hasta en nuestros gustos y rutinas, debido a la cantidad de información que consumimos, nos extraemos de la realidad, y terminamos por absorber cientos de publicaciones que solo buscan que nos sumerjamos en el consumismo delirante al que nos empuja el capitalismo agresivo.

Asimismo, el consumo no solo es de productos puestos en el mercado, sino también que creemos en todas las noticias o “fake news” que surgen, sin ningún tipo de posición crítica o corroboración de la información. Pero la cosa no para ahí, ya que en muchas ocasiones estamos expuestos a casos de inseguridad y ciberdelincuencia como sabotaje o piratería informática, robo de identidad y aumento del ciberacoso a jóvenes o niños, pues las redes sociales son la ventana al escarnio y la exposición de nuestra intimidad y un pergamino en blanco para hacer crímenes informáticos.

Por último, afectan la salud. Un informe anual sobre redes sociales y tendencias digitales llamado ‘Digital 2022’ revela que los usuarios de internet a nivel mundial gastan en promedio dos horas y 27 minutos al día conectados a las plataformas sociales. El tiempo en redes de Colombia es de una hora más alta que el promedio mundial. Según el estudio, en este país se transcurren tres horas y 46 minutos en estas plataformas. Y en el caso de los jóvenes colombianos el tiempo casi que se duplica. Por ello, las redes sociales en realidad “estimulan” nuestro cerebro de tal manera que esperamos una gratificación instantánea.

En otras palabras, cuando recibimos una notificación, mensaje, me gusta o compartimos, esperamos placer/recompensa rápido y a corto plazo porque el cerebro producirá un “golpe de dopamina “, sustancia que nos hace ser felices, y como consecuencia generan dependencia y en muchos casos ansiedad y desequilibrio emocional.

Por todo lo anterior, es necesario prender las alarmas, y darle el pistoletazo de salida a una reflexión profunda sobre el uso y la importancia que le estamos dando a las redes sociales, y sobre todo al significado que socialmente le atribuimos, pues mansamente, como un animalito indefenso, se está apoderando de nuestra existencia, hasta el punto que muchos no concebimos el mundo sin ellas. Ya lo advertía Albert Einstein: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad “El mundo solo tendrá una generación de idiotas”. Dolorosamente el físico alemán tenía mucha razón con aquel epígrafe inmortal, pues nosotros como sociedad nos estamos transformando, y de manera consciente, en una generación de idiotas.

*Licenciado en lengua castellana y español y literatura, amante de las letras y la escritura. Actualmente labora como docente de lectura crítica.

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