Zenu Digital

¿Es hora de invertir?

Sabido es que la decisión de invertir es asunto de las empresas, y que obedece a las resultas analíticas de las variables pertinentes en punto a generar retornos financieros de ciertos tipo y plazo, al deseo de explorar nuevas líneas, o a emprendimientos de mera responsabilidad social. Consideraciones como viabilidad a mediano plazo, sostenibilidad financiera y ambiental e impacto social, caracterizan a un buen número de firmas con elevada visión. Existen empresas que trascienden incluso lo estratégico y, adentrándose en lo normativo, se proyectan en el largo plazo y se entienden a sí mismas como conformadoras de sociedad, generadoras de empleo de calidad, actoras del desarrollo local y agentes de innovación.

Todas estas consideraciones se traslapan de una u otra forma con los distintos niveles de competitividad: Microeconómico, de la firma; Mesoeconómico, del sector económico y de la región donde opera la firma; Macroeconómico, del país; Metaeconómico, que trasciende por definición lo meramente económico y toca con asuntos como unidad nacional, integración social, seguridad, paz, etc.

¿Hasta qué punto va nuestro control sobre cada uno de esos niveles de competitividad? El nivel micro, al igual que las decisiones de inversión, está bajo control de los empresarios y admite cambios de corto plazo que suelen acometerse en cada firma con miras a hacerla más competitiva, o para abocar un determinado proyecto, entre otras. El nivel mesoeconómico no cambia en el corto plazo: la educación y la formación, las cadenas productivas, los clústeres y el desarrollo regional favorables a la actividad de una firma no se construyen por decreto; son un proceso (que puede ser afectado mediante decretos y acciones antiempresariales). Por supuesto, cada firma contribuye con este proceso, cuenta con que el resto también lo haga -no obstante ser su competencia-, y en ocasiones lo lidera.

En cuanto a la macroeconomía, no hay banderas rojas en los indicadores fundamentales en nuestro país, y podría pensarse que tienden a mejorar, con excepción del impacto que el bajo crecimiento empieza a tener y puede seguir produciendo en el corto y mediano plazos. Es también sabido que la disminución del ritmo de crecimiento obedece a la baja inversión. Lo metaeconómico: manga por hombro, va de largo plazo. No controla el empresariado la acción coyuntural frente a ingentes problemas de seguridad, corrupción, abandono regional, ausencia de paz, de clima de integración social y de acuerdos de mínimos, etc. Debe sí, reconocer sus responsabilidades sociales y públicas, y actuar en consecuencia.

Por lo pronto, véanse específicamente coyuntura e inversión. Se lee profusamente que para la reactivación económica sería mejor un avenimiento entre el gobierno y el sector productivo. ¿Puede ser más obvio? Las carteras de Hacienda, Planeación, Comercio Exterior y Transportes, de manera pública afirman que van por ese mismo camino, mientras otras se mantienen en el dañino terreno de la ambigüedad. ¿Es suficiente? No. Sin duda. El sector productivo y una enorme masa de colombianos reclama con todo derecho que haya claridad y certidumbre en las políticas gubernamentales, seguridad, derecho real a transitar por las carreteras, acciones concretas en pro de acuerdos de mínimos, etc.

Lo cierto es que la mayoría de esas cuestiones no están bajo el control de la ciudadanía ni del empresariado. Estos actores elevan justos reclamos, pero sus resultas dependerán de imponderables políticos.

En las anteriores circunstancias, ¿tiene sentido que se llame a invertir? Sí, en mi opinión. Teniendo en cuenta, por supuesto, las particularidades de cada negocio o inversión. No hay señales que indiquen, ni por asomo, que este país se vaya a acabar. En tres años habrá nuevo gobierno elegido popularmente, y a ese le corresponderán entonces las decisiones políticas. La inescrutable historia, pues, continuará.

Los ‘animals spirits’ (Keynes) de los empresarios pueden y deben ser estimulados desde dentro del empresariado mismo, la academia, los ‘think tanks’ y las instituciones dedicadas a la cuestión del desarrollo económico. Los trabajadores gastan lo que ganan, y los capitalistas ganan lo que gastan, sostuvo Kalecki. Los espíritus animales tienen que ver también con que cada empresario advierta un ánimo inversor en el resto. Cada inversión mejora el clima de negocios, provee salarios, mejora la demanda agregada, y genera otras externalidades positivas.

A esos espíritus los afecta también el Estado, el más grande inversionista, fijador de políticas. Y hacedor de discursos. Buenos: e.g. disciplina, gasto social, exportaciones no tradicionales, apoyo al agro, infraestructura y transportes (¡ojalá vivienda!). Malos: los camorreros, populistas, demagógicos o ambiguos (e.g. Minagricultura).

Mal o bien (ojalá bien y no mal), los recursos represados en las arcas del Estado van a empezar a irrigar la economía e impactar la demanda. Y un clima de inversión en alza, menos atado a las preocupaciones políticas de corto plazo, generaría dinámicas virtuosas de acumulación ampliada de capital.

Saldo pedagógico: hay que redoblar esfuerzos para extender entre todas las gentes la comprensión de que la producción de bienes y servicios es lo que trae auténtica prosperidad, empleo formal, seguridad social, mejoramiento de calidad de vida en general y del trabajo por cuenta propia en particular, abatimiento de la pobreza, innovación, competitividad, e incluso equidad y cuidado ambiental si se la acompaña de acciones y políticas públicas adecuadas.

Esta pedagogía adquiriría toda su legitimidad si la consigna de “¡A invertir!”, fuera blandida por los líderes del sector productivo. Mejor aún si es avalada por el Estado con buenos discursos y actuaciones, claro, y si la dimensión social del empresariado se acentúa. Se trata de cómo le va al país. Vaya paradoja: el malmirado sector productivo (no solo el gobierno) tiene palanca para terciar con fuerza en la actual situación, y desempantanarnos del uno por ciento de crecimiento del 2023.

(Un interesantísimo conversatorio con agudos comentarios para el gobierno y los gremios -¿Para dónde va el país? Mauricio Cárdenas, Ana Fernanda Maihuasca, Saúl Kattan, Ricardo Ávila-, en agosto 19, y la observación de los acontecimientos, animaron este escrito -que no compromete a esos destacados economistas-. No pudo asistir el General Salamanca. Estaba en Nariño. Sus palabras videotransmitidas fueron de enorme significado).

Noticias relacionadas