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Opinión

A los jóvenes en Colombia los están callando

Hace una semana me levanté con la trágica noticia de que, en el país, estamos volviendo a la guerra y a la desesperanza por la vida, esa que en las últimas semanas ha venido acabando con niños, niñas, jóvenes y adultos —en su mayoría de estratificación baja—, varios, habitantes de los departamentos de Arauca, Cauca, Nariño y Valle.

Muchas vidas consumadas por la guerra, individuos que intenta convivir, estudiar, progresar y liberarse de la violencia entre los grupos armados y las masacres que estos comenten en territorios donde la desigualdad y la pobreza habita.

La vida en las zonas más apartadas del país, en la ruralidad, esos contextos de difícil acceso, hoy por hoy están volviendo a desangrar.

A estos actos atroces, le atribuyo, por una parte, el abandono del estado para con los pueblos, que, si estos hechos no se comenten, aún seguirían en el olvido. Convirtiéndose en comunidades resignadas a la violencia (como muchas) en nuestro territorio.

Y, por otro lado, a los grupos al margen de la ley, que, con su irracionalidad, carácter inhumano y entre esa, la fraternidad, han venido acabando con la vida de muchos.

Desde el 11 de agosto y hasta a fecha, hemos tenido más de seis masacres en el país, sucesos que representan la crisis social y política que aún en pandemia, estamos viviendo, producto del poder y la corrupción.

Leyendo unas columnas, me encuentro con la fabulosa caricatura de Matador —porque representa la realidad del país—.

En ella, nos plasman el asesinato de los jóvenes en Colombia, y cómo se hace una trasgresión entre la muerte (como elemento metafórico) y la cita bíblica, Mateo 19: 14-30.

Podemos observar la representación de la vida de niños, niñas y jóvenes en el país, esa que, se ha ido apagando por la violencia.

Todo esto, me hace pensar que esos jóvenes podrían haber sido nuestra primera generación de paz, llena de luz y no de desesperanza.

Ojalá a los colombianos (a todos), nos mueva la consciencia por el otro y por esas familias que hoy lloran a los suyos. Que estos hechos sirvan a la sociedad como escarmiento para sumergirse en la racionalidad, y en la búsqueda incansable por la paz y la tranquilidad entre los unos y los otros, y en donde la fraternidad sea la sábana que cubre a este país lleno de desigualdad, clasismo y todos los males que muchos aquí, ya conocemos.

Hoy tenemos un país, que aún sigue maltratando y asesinando a los pobres, indígenas, afrodescendientes, niños, niñas y jóvenes. ¿Dónde queda la libertad, el respeto por la vida y el futuro de la nación?


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