Sin moral para comparaciones reprochables
A propósito de la comparación que hizo el presidente Iván Duque sobre la forma en que el país de Venezuela, en cabeza de su primer mandatario, Nicolás Maduro, estaba violando latentemente los derechos humanos, cuando le preguntaron su opinión referente a la participación del mandatario venezolano en la comisión de Derechos Humanos de la ONU, diciendo explícitamente que: “Es el equivalente a tener a Drácula administrando un banco de sangre porque es un violador sistemático de derechos humanos“.
A esta inverosímil comparación que parece un chiste de mal gusto voy a hacer una fuerte crítica teniendo en cuenta los antecedentes terroristas, animadversados y atroces que ha tenido Colombia en la última década por parte de grupos delincuenciales al margen de la ley y por parte de determinados agentes estatales, que por discreción, no mencionaré en esta columna pero que ya muchos deben saber, con base en fuentes confiables de información, a quién le cae el guante.
Si bien el presidente Duque critica con una analogía fuera de órbita la participación de Nicolás Maduro en la comisión de la ONU, debe saber muy bien que Colombia no es una “perita en dulce” en torno al respeto y preservación de los derechos humanos consagrados en nuestra Carta Magna, ya que salta a la vista el hecho de que se violan a diario los derechos humanos, desde los que menos causan eco como el tráfico de influencias y la manipulación de las bases de datos de programas sociales estatales (como el sisbén, comparendos) hasta el más importante, que es el derecho natural a la vida.
La violencia que se ha suscitado en nuestro país por parte de grupos subversivos de Clan del Golfo, paramilitares, ELN y demás fuerzas armadas al margen del ordenamiento jurídico parece interminable y la falta de mano dura por parte del Gobierno y de las autoridades policivas competentes ponen en una cuerda floja la seguridad de la ciudadanía.
Aunado a lo anterior, Colombia tiene una extensa cadena de antecedentes que vinculan, incluso a ciertos políticos y altos magistrados, con grupos paramilitares y narcotraficantes, convirtiéndose así en uno de los países más corruptos no solo del continente Americano sino del mundo.
Y en un país como el nuestro, con 60 años de conflicto armado, narcotráfico y violencia criminal, la llegada de migrantes nunca fue común ni proactivamente acogida por el Estado, más sin embargo esa fue una decisión trascendental que tomó el jefe de estado Colombiano en un momento en el que se hablaba de masacres, asesinatos de líderes sociales y ausencia de vacunas contra la Covid-19, por lo que se pone en evidencia que en nuestro país no existe una moral digna que permita criticar, ni siquiera señalar con gestos, la problemática socioeconómica y política del país vecino de Venezuela, ya que aquí puede que hayan problemas de corrupción mayores de los que hay allá.
Aparte de que, Venezuela maneja una forma de Gobierno distinta a la de acá y solo le corresponde a su presidente, resolver los problemas que aquejan a la población venezolana y a los venezolanos juzgar dichas gestiones de manera positiva o negativa, dependiendo de cada factor social.
Así mismo, el Presidente Duque debe preocuparse más por atender las problemáticas y necesidades indispensables de los colombianos y no señalar como en forma de cortina de humo los errores y situaciones censurables del vecino país.
Un claro ejemplo de la falta de moralidad para criticar la gestión del vecino país y sus adyacentes problemas sociales serían las masacres diarias en nuestro país y las muertes de líderes sociales a diario, a líderes ambientales que protestan por la incesante tala de árboles y el daño a los parques naturales y ecosistemas colombianos también los asesinan casi a diario.
Sin contar con los cientos de muertos en manifestaciones civiles y el escándalo de los falsos positivos que cobró la vida de 6.402 inocentes campesinos y civiles, y las misteriosas desapariciones de testigos, el secuestro de menores de edad para reclutarlos en grupos subversivos, la matanza de oficiales de la policía en Turbo-Antioquia, entre otras masacres no menos trágicas.
Por ende ningún mandatario debería ponerse a criticar a otros países para distraer de los problemas que acaecen sobre el territorio que les concierne y que pueden ser mucho peores de los que les señala a su vecino.
Claro está que el dictador Nicolás Maduro no se queda atrás con relación a las absurdas críticas y sermones. A este personaje también le fascina criticar la misión constitucional de nuestro país sin preocuparse por sacar de la miseria a sus gobernados ni de resolver el problema de la desesperada migración.
Mientras Maduro crítica a Colombia, Duque y Uribe critican a Venezuela y así logran distraer a los que no logran discernir las cortinas de humo de que ambos países, si siguen así pueden ir de mal a peor.
Por otro lado, Colombia en representación del presidente que simboliza la unidad Nacional, si quiere hacer comparaciones con otro país primero necesita mejorar como Estado social de Derecho.
Colombia necesita, primero que nada: dejar de ser un país desigual en los derechos y garantías a la salud, educación y vivienda digna, dejar de desplazar y matar a sus fervientes campesinos que, con el sudor de su labor, recogen con amor los alimentos del campo para que sean distribuidos a cada familia Colombiana.
Necesita una reforma agrícola para que la gente que entrega seguridad alimentaria tenga ingresos dignos y sobre todo necesita respetar e implementar con todo el respaldo de la comunidad internacional, el proceso de paz, respetando en todo caso la autodeterminación de los pueblos vecinos.
Por todo lo anterior, podemos decir que antes de mirar la paja en el ojo ajeno hay que autoexaminarse y mirar la paja que se lleva en el ojo propio para no caer en yerros y comparaciones reprochables que no llevan a ningún lado más que a la burla y a la duda de la coherencia diplomática.
Venezuela puede tener sus defectos y distintos problemas sociales de los que son competencia exclusiva de su presidente Nicolás Maduro y Colombia tiene también su problemática, de las cuales es potestad del jefe de Estado, Jefe de Gobierno y suprema autoridad administrativa, es decir del presidente, resolver o tratar de mitigar dichas problemáticas sin extralimitar sus funciones a otros países de los que no tiene velas en ese entierro por decirlo así.
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