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Cuando la poesía se graba en piedra resiste los embates de la historia

Opinión. El tiempo también es un juez que nos condena a la soledad, nos arrebata a los amigos sin anunciarlo, como la furia de una lluvia que irrumpe a mediodía entre las aturdidas pupilas del astro dorado, pero la lluvia es benévola y nos deja su humedad para que florezca de nuevo la vida.

Turbada aún por la partida del poeta Herbert Protzkar Andrade, quiero expresar públicamente mi gratitud a este gran poeta, maestro y filósofo que se consagró a escribir versos y a la poesía como un modo de vida, así como también a exaltar y difundir la obra de otros poetas colombianos en su revista de poesía Epigrama, un proyecto literario en el cual era director y fundador hace décadas y producía con recursos propios. La última revista quedó en maqueta, su edición estaba proyectada para noviembre del presente año.

El maestro, poeta y gestor cultural Herbert Protzkar Andrade, nació en Cartagena de Indias el 16 de junio de 1957. Se desempeñaba como profesor de inglés en la Universidad de Cartagena, profesional en Filosofía, y especialista en Ética y Filosofía Política. También sentía afición por el arte de la fotografía y tenía formación como guía internacional de turismo en Cartagena de indias. Su legado literario es un conjunto de textos, elaborados con su única arma: la palabra, la cual está fraguada con la aleación de versos poderosos que se agitan entre los bordes del destino, la incertidumbre, la rutina, el amor, la vida y la muerte, la angustia, el deleite, la indolencia, la preocupación por el destino del mundo y otros temas. Conocía la obra de grandes poetas de la poesía universal; me atrevo a citar como ejemplo a César Vallejo, Cortázar, Lorca, Kavafis, Pizarnik, Whitman, Borges, Pessoa, Álvaro Mutis, entre otros. Dentro de sus poemarios destaco los siguientes títulos: Pulsaciones del tedio y la vigilia, Poemas de origen, Desde todos los vientos, Elementalidades, Saudades del olvido, Elogios de la luz y La máscara de los días. Dejó varios libros inéditos: El espacio perdido o limitaciones del vuelo, Diálogos y anexos en medio del fuego, Purgaciones y bostezos.

El poeta Protzkar Andrade era un hombre generoso, amable, se guarecía en el amor para liberarse de lo invisible, de la injusticia. Baudelaire afirmaba: Una gran sonrisa es un bello rostro de gigante. Y así me recibió el día en que lo vi por primera vez, con esa luz gentil en su rostro y la misma nobleza que demostró cuando decidió honrarme en las páginas de su revista publicando varios de mis poemas.

Herbert, era hijo de Gala María Andrade y Herbert Protzkar Ehlich. Se casó por la iglesia católica el 6 de marzo de 1982 con Concepción González Baldiris, una mujer bella y espiritual, de cuya unión nació Iocasta Protzkar, con estudios de diseño gráfico y publicidad; Cassandra Dannesa, profesional en Trabajo Social y quien estaba a cargo de la diagramación y diseño de la revista Epigrama; y Herbert Protzkar González, hijo mayor, ingeniero de profesión, quien fundó una empresa constructora con su apellido para dejar plasmado el legado de la descendencia de los Protzkar; porque detrás del apellido, de origen austríaco, hay una historia fantástica.

El estudio de su casa, lugar sagrado del poeta Herbert, refleja gran parte de su esencia y personalidad: una biblioteca inmensa con textos de literatura, filosofía, historia y teorías del universo donde buscaba descifrar los enigmas de la poesía, de la vida y la filosofía; un gramófono antiguo de sus ancestros cargado de sonidos e historias; una colección de música de salsa (era admirador de Celia Cruz, Tito Nieves, Rubén Blades y otros artistas de este género) y baladas en formato CD y LP; una colección de estatuillas de artistas musicales y una colección de sombreros y boinas.

Concepción González describió al poeta como: “un esposo y padre amoroso, comprometido, responsable, un hombre laborioso y admirable que se preocupó por el futuro y bienestar de su familia hasta sus últimos días”.

La poesía, una forma de sobrevivir al azar

Hay en los poemas protzkianos un torbellino de vivencias flotando en su evocación lírica y una profunda sensibilidad social, una floración inesperada de metáforas y otras figuras retóricas que le dan a sus versos profundas cinceladas de orfebrería, esto se puede apreciar en el poema Huellas de la voz que se alza en la nostalgia:

Huellas de la voz que se alza
en la nostalgia

Es un manantial de músicas todo el silencio
alojado en mi alma.
Las voces de los ausentes cantan
un estado de hierbas
que en la lejanía el mundo absuelve
cuando la quietud se alza
como un abrazo entre sermones perennes.
De lejos, el tiempo vuelve
con todas sus cartas,
dándole sentencia a las edades.
¿Pero dónde el dolor
gestado en la primera esperanza?
¿Dónde los pasos de la primera muerte
en el amor fluyendo como el agua?
¿Dónde la infancia que es un grito
en cada hombre
y lugar para la fresca calma?
Ay, díganme dónde, ¿dónde
la incondición de las bestias
que instauran su queja y lamento en la distancia?
Del libro: Saudades del olvido.

En este poema los versos son como arpegios de luna sobre una llanura desértica, donde el poeta se cuestiona en medio de la nostalgia; la lejanía del mundo fluye para cantarle al infinito un despliegue inusitado de emociones desde lo más profundo del ser. El tiempo retorna arrastrando silencios con sus manantiales fragosos, las dudas evocan nostalgias en el corazón del poeta.

Sus poemas cuentan su historia y su sensibilidad

Para apreciar la poesía de Herbert hay que entrar con los pies descalzos, desprovistos de todo artilugio de la razón y dejarse conducir por las corrientes como ángeles flotando entre la ebriedad de unos versos donde se escuchan las voces de un universo feraz. He aquí testimonio de algunos de sus amigos y lectores:

El poeta y editor Zeuxis Vargas Álvarez afirma: Hay en los versos de Protzkar Andrade, una ferviente búsqueda por la perduración. El poeta sabe que todo irá desvaneciéndose, sin embargo, su palabra sella un pacto con la penumbra para continuarnos en las misteriosas formas del recuerdo. El entusiasmo con el que interroga la condición del hombre, las marcas del tiempo en lo que somos, los restos de aquello que es el amor, los espejos y la luz que acompañan los abismos o los cuchillos, son para el poeta su inventario contra la devastación; la forma más sincera para dejar una historia, para sobrevivirse entre las cosas.

El artista colombiano Edilberto Sierra Rodríguez, quien era su colaborador incondicional con las ilustraciones de carátula de Epigrama, expresó: Mi amigo, con su vocación gatuna, nos dejó la utopía de la palabra hecha poema, hecha Epigramas…que se guardarán en la memoria; siempre nos regaló su sonrisa franca y abierta a la alegría de un mundo posible y la ecología del pensamiento diverso. Siempre fuimos incondicionales creí en su filantropía de hacer dela vida un poema.

La escritora Carmen Victoria Muñoz, manifestó: Herbert era “humano demasiado humano” (citando el título del libro de Friedrich Nietzsche) con todo lo que eso implica. Siempre nos abría las puertas de su casa con su amorosa familia. Su sonrisa luminosa era el reflejo de la luz de su alma y de su esencia poética. Se entregó en los brazos de la poesía, se dejó atrapar y enlazar por ella, transpiraba poesía. Era un ser alejado de conciliábulos o entramajes corruptos y destructivos, amigo con gran amor fraternal, bondad y empatía a toda prueba, cualidades casi extintas en nuestro medio. Si eras su amigo, podías tener certeza que no te traicionaría jamás. Eso sí, el afecto y la lealtad que se le prodigara, igualmente debían ser reales, no aceptaba máscaras ni hipocresías. Su humildad y ternura ante los seres más débiles, incluyendo a otras especies, estaba a la par de su rebeldía connatural ante las imposiciones o injusticias. Sin duda, siempre fue un indomable a pesar de que también fue un romántico perdido.

El poeta Argemiro Menco Mendoza, gran amigo de Herbert, señaló: valorar la obra de Herbert supone un ejercicio de arqueo de sus tesoros verbales y otro de arqueología poética. Su poesía responde a una lírica universal de corte filosófico, existencialista. Es decir, variados universos intimistas vibran en su canto: la soledad, el vacío, el absurdo, lo cósmico, la constante de la muerte, el dolor de las guerras, el amor, el desamor, el erotismo y vivencias que traslucen lo perecedero de la existencia. Es una poesía cuyo lenguaje nos propone nuevos horizontes de sentido y de significación. La poesía era para el poeta una especie de tabla de salvación.

Herbert Protzkar Andrade partió el 3 de junio del 2022, trece días antes de cumplir 65 años, nos dejó un inmenso legado, el cual es un referente de la poesía universal. Su impronta grabada en piedra resistirá los embates de la historia; su consagración se evidencia en los exquisitos versos llenos de pájaros que vuelan entre las brisas del Caribe, se extienden a lo largo de nuestro país y más allá de sus fronteras. Así se advierte en el fragmento de su poema en prosa titulado Alucinación:

“De la cornisa ha volado un ruiseñor dejando una estela de velos pardos en el laberinto del viento que se deja tragar por un arcaduz con vitrales manchados de ausencia y repetidas consonancias que el corazón enarbola en el fragor del llanto y la pesadilla de rojas mejillas sublimadas por el silencio de la montaña…”

Carmen Cecilia Morales González, poeta y narradora. Junio 11 del 2022.

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