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Juan Gossaín: un rapsoda en el silencio

Por: Mario Sánchez Arteaga

El viento de San Bernardo sale insaciablemente y entre remolinos huracanados se pelea con la brisa de Cartagena para entrar, todas las mañanas, a refrescar el balcón de uno de sus hijos más ilustres: Juan Gossain Abdallah. 

Los alcatraces no interrumpen su faena de pesca y exacerban los cantos, como sinónimo de acompañamiento a quien, en muchos amaneceres, les contemplaba.  

Las gaviotas y maría mulatas, hacen presencia con la audacia de sus vuelos y cantos rechinantes, haciendo presencia y enviando saludos a ese hombre de baja estatura, calvo, barbudo, con sello libanés en su rostro, que siempre solía en las auroras observarlas hasta que los dedos de las manos tomaran posesión y refugio en la escritura. 

Desde septiembre de 2022 el reconocido periodista y escritor, se ha esfumado de los escenarios de tertulia y oratoria donde nos habíamos acostumbrado a verlo y escucharlo desde su retiro en 2010, del periodismo radial.

Quebrantos de salud lo obligaron a un reposo hasta ahora indefinido.

Durante más de 30 años, estuvo enclaustrado en las 4 paredes de cabinas de radio. En ese universo de la inmediatez noticiosa se convirtió en la opción preferida de los colombianos. 

Si hay una voz icónica y representativa en las noticias de la radiodifusión sonora en nuestro país, es la de Gossaín. 

No tenía buen registro! Ronco, de tono bajo y áspero. No poseía los atributos de muchos de sus colegas como voces románticas, voluminosas de tonos altos y fuertes; algo que en su época era indispensable para ser periodista radial, pero si otras habilidades que lo llevaron durante muchos años a ser la voz más escuchada.

Eran noticias con sonoridad, matiz, ritmo, color, lirismo y una pronunciación y dominio del castellano impecable.

Juan se convirtió en el referente para las nuevas generaciones del periodismo. No se necesitaba tener una voz portentosa para ejercer este oficio. Se necesitaba hablar e informar bien. Esa mezcla de tonalidad arábiga-caribe, le daba un toque exótico y original. Revolucionó con su estilo de editorialista e inclusión de contenidos culturales en medio de la ajetreada agenda noticiosa. 

Hijo de Juan Gossaín Lajud y María Abdallah, quienes atravesaron el océano desde el Líbano y entraron por el río Sinú para establecerse en San Bernardo del Viento, una población privilegiada donde el río termina su cauce y el mar inicia la marea.

Ahí pasó la primera infancia junto a 4 hermanos. A los 9 años sus padres lo enviaron a la ciudad de Cartagena a continuar los estudios en un internado. Sin familiares y amigos en la eterna soledad de un niño pueblerino, no tenía otra opción distinta a refugiarse en la biblioteca de ese claustro colonial y sus innumerables libros.

Fue la tortura y al tiempo el destino, que trazó un camino, que sería para siempre. 

El hábito de buen lector, lo llevó desde la juventud a escribir cuentos, así le fueron publicando en diarios de trascendencia nacional como el Espectador, donde su director, don Guillermo Cano, lo invitó a ser parte de sus reporteros en la ciudad de Bogotá y dejar de reinar como el mejor jugador de dominó de su pueblo costanero. 

Se formó profesionalmente como contador público y terminó siendo contador de historias.

Hacía periodismo, pero no dejaba de leer y escribir.

Se convirtió en un hombre culto, sabio, de oratoria prodigiosa y encantadora, como los Rapsodas de la antigua Grecia, recitadores de poesía épica que descrestaban a la gente con su elocuencia y magistralidad oral. 

Gossaín era ese rapsoda que no tenía agenda para cumplir tantos compromisos a eventos donde lo invitaban solo para escucharlo hablar. Hoy esos quebrantos de salud lo llevaron a perder su mayor encanto…el habla.  

Su vocación desde niño era ser escritor.

Los vaivenes de la vida, lo secuestraron exitosamente en el periodismo.

Hubiese querido retirarse más temprano de lo noticioso y dedicarse por completo a lo literario. 

Entre sus libros publicados desde 1981, se encuentran las novelas La mala hierbaLa balada de María AbdalaAl final del sueño y La muerte de bola triste.

En libros de cuentos están Puro cuento y Etcétera.

En literatura de no ficción ha escrito La nostalgia del alcatraz, Crónica del díaLa memoria del alcatrazLas palabras más bellas y otros relatos sobre el lenguaje y Que les den cárcel por casa: crónicas de la corrupción en Colombia.

“El talento sin disciplina es un desperdicio. Hay talentosos que no trascienden por su indisciplina, hay regulares que con disciplina, alcanzan el éxito” J.G.A. 

En su media vida dedicada al periodismo, también ha obtenido varios galardones y reconocimientos como el Premio Nacional Simón Bolívar en 1995 y 1997; reconocimientos del Premio C.P.B. (del Círculo de Periodistas de Bogotá), Premio a la vida y obra y Premio al periodista del año, entre otros.

“En el periodismo hay que lograr el cuento bien contado, la verdad bien dicha. La verdad es la ética, y decirla bien dicha es la estética” J.G.A. 

Hombre creyente, católico de misas y comunión dominical. Lector voraz de diccionarios desde la pubertad, hoy, es miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Nunca va a entierros ni de familiares ni de amigos. 

Come bollos limpios encargados desde Montería y carne de cangrejo isleño. Adicto a los crucigramas y a los quesos, no ve televisión ni escucha radio. 

Gossaín siempre ha sido muy social, pero de pocos amigos. Detesta viajar en avión y dormir en lugares distintos a su casa. Defensor acérrimo de la música vallenata, a la que considera no un género musical, sino un género literario (claro, el vallenato narrativo, de juglaría y lirismo). Tiene 2 grandes frustraciones: no saber nadar y mucho menos bailar. 

Le tiene pavor a la muerte. 

Hasta antes de complicarse de salud, era una persona exhaustivamente rutinaria. Se levantaba a las 4:00 a.m. con el hábito adquirido de la radio durante 3 décadas, luego tomaba el Café contemplando el crepúsculo matutino, para seguidamente sentarse hasta las 11:00 a.m. y dejar que la gracia inspiradora tomara posesión de su mente y dejar plasmado en el papel escritos que día a día iban formando el rompecabezas de una nueva historia.

Por las tardes, caminaba en la bahía de Boca Grande y al tiempo tertuliaba con amigos de siempre, sobre lo cotidiano de la heroica y el país.

Antes de que el sol comenzara a jugar a las escondidas, regresaba a su casa, se sentaba en el balcón a deleitarse de ese frenesí y despedirse de las gaviotas, María mulatas y alcatraces. 

Por el momento, nos toca conformarnos con el mar de silencio que invade su voz, así como dijo su gran amigo Escalona, “Como el ave que canta en la selva y no se ve”.

Pero en ese silencio, seguir leyendo sus relatos, crónicas, cuentos y novelas, evocando el realismo mágico en su prosa limpia que irrumpe historias pintorescas de nuestro caribe. 

En el sigilo que asedia su recinto familiar, anhelan volver a escucharlo, caminando por los pasillos y en voz alta recitar los poemas de Antonio Machado.

Hace 45 años no va a San Bernardo del Viento, pero el viento de San Bernardo, lo visita todos los días en su balcón. 

Posdata: Ánimo, Juan, anhelamos escuchar nuevamente el ronquido de tu voz embelesada y tus historias del gran caribe, ese terruño al que tu llamaste “Un sancocho humano”.

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