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LA DECADENCIA DEL CONGO

Por: Elvis Guerra.

¡Quien lo vive es quien lo goza! reposa el grito de batalla que quedaría para la historia en el carnaval de barranquilla.

De acuerdo con algunos historiadores, el primer carnaval habría sido celebrado en 1827 y, los cabildos y juntas negras, salían a la calle con instrumentos y bailaban.

Luego, con el crecimiento de la ciudad, se fue trasladando a la urbe, guardando siempre, eso si, una “manifestación popular” y por tanto, perteneció al pueblo, pero, como en todo lo que concierne a masas, se convirtió en un grandísimo negocio.

Es ahí dónde aparece “Carnaval S.A” que para los que desconocen este término significa sociedad anónima simple, definida por la ley como:  una forma de organización de tipo capitalista utilizada entre las grandes compañías, donde todo el capital se encuentra dividido en acciones, que representan la participación de cada socios, en el capital de la compañía.

Su naturaleza será siempre comercial, independientemente de las actividades previstas en su objeto social, entendiendo que la actividad comercial, es el proceso de compra y venta de productos o servicios que, generalmente, se realiza entre dos o más personas (físicas o jurídicas), que desde la entrada en operación de Carnaval S.A., las autoridades pierden algunas facultades y en ocasiones quedan reducidas al otorgamiento de permisos.

En ese orden de ideas, no es nuevo que hace ya varios años, sea de público conocimiento, la existencia de 2 carnavales: uno que goza de todo un despliegue publicitario, al que las personalidades del país reconocen y quieren visitar y el que data de hace mas de 100 años y que responde a las manifestaciones espontaneas y reales del pueblo barranquillero, que arma fiestas barriales entre vecinos (carnaval de la 44). Ello claro, ante la imposibilidad de pagar un nuevo sistema llamado palco (exclusivo) que para el año 2024 tenia un costo aproximado de $480.00 por persona.

Calcule el nivel de ingresos de la empresa operadora, sin mencionar el valor de los licores en dichos sitios, de lo que hay que advertir siempre, que las empresas comerciales de carácter privado están diseñadas para generar riqueza y NO bienestar social. 

Pero el carnaval, en medio de todos sus actos (que son muchísimos) y solo por mencionar algunos: batalla de flores, noche de tambo, guacherna entre otros, en la época de los 80 y 90 se realizaba uno muy especial y que aglutinaba a todas las orquestas, conjuntos y grupos musicales: el festival de orquestas y acordeones, mismo en el que tanto orquestas como conjuntos, competían por un galardón llamado CONGO, que cuenta o contaba con 52 años de sentida tradición desde el año 1.969.

El Congo de oro fue un galardón que nació con un valor artístico incalculable para los artistas propios y todos los que nos visitaban.

Los precios de las entradas se acordaban pensando en el goce y el disfrute del pueblo, para que desde el obrero hasta el ejecutivo, tuviesen la misma oportunidad de disfrutar del mismo espectáculo, al que además, solo asistían artistas que estaban “pegados” en la radio local, nacional e internacional de habla hispana y se hicieron célebres las rivalidades (sanas ) entre conjuntos y orquestas por llevarse el codiciado CONGO.

Hoy, la comunidad artística-musical nacional y extranjera; propios y foráneos, ven y asumen con profundo dolor, que aquel evento donde se representaba todo el esfuerzo musical, tristemente, vaga de calle en calle, como enfermo terminal al que le dan muy pocas opciones de sobrevivir y al que la empresa que administra los eventos del Carnaval, le ha dado un trato mísero.

No sólo no existe escenario para ello, si no que tampoco, hay competencia.

El solo hecho de pisar suelo barranquillero y presentarte en la calle que asigne la empresa, te hará merecedor al galardón! Hecho que, año tras año, ha creado polémica y le ha restado importancia al desaparecido evento, al punto de entregar Congos polémicos a artista que solo han sonado una canción, poniéndolos al nivel de los internacionales con carreras de más de 40 años.

Para esta versión, fue clarísimo “el apartheid” del evento. Tampoco hubo participación internacional como solía suceder. 

Muchas son las opiniones: algunos artistas insisten en que, mientras existan empresas privadas empeñadas en convertir esto solo en un evento de recaudo económico, dejando de lado la significación cultural, la voluntad popular y el arraigo histórico, No solo el Congo está en decadencia, sino el Carnaval mismo. 

 

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