Por Jairo Aníbal Doria
En la tercera estrofa del himno Nacional de Colombia se hace alusión a la muerte del prócer Atanasio Girardot, herido por una bala de fusil en la Batalla de Bárbula (Estado de Carabobo, Venezuela) el 30 de septiembre de 1813: “En Bárbula no saben, Las almas ni los ojos, Si admiración o espanto Sentir o padecer”
Y si bien, al hablar de fútbol estamos en dos contextos distintos, traigo a colación la estrofa del himno, a propósito de que en el principal Estadio de Fútbol de Medellín, el “Atanasio Girardot”, se dio un hecho que en el mundo del balompié, implica el surgimiento de una leyenda: A sus 38 años, el delantero del Once Caldas, Dayro Moreno, superó un récord histórico, convirtiéndose en el máximo goleador de todos los tiempos en el país.
Dayro Moreno deja así una marca imborrable en la historia del fútbol colombiano.
El gol número 225 de Moreno, anotado en el minuto 89 contra el Medellín, fue más que un simple logro deportivo; fue el fruto de años de dedicación y sacrificio.
Desde sus humildes comienzos en los campos de tierra del Tolima, Dayro ha demostrado una ética de trabajo impecable.
A pesar de los desafíos y las críticas, Moreno ha perseverado, desafiando las expectativas y mostrando al mundo que el verdadero talento no puede ser subestimado ni menospreciado.
Esta gesta deportiva trasciende el ámbito del fútbol, recordándonos la importancia del esfuerzo y el talento genuino, en un mundo donde a menudo los intereses personales eclipsan la meritocracia y la eficiencia.
En un trino reciente, en mi cuenta de X, me refería a la importancia de la justicia y la objetividad, tanto en el campo de juego como en la vida cotidiana.
Ejecutorias como las de Dayro Moreno, sirven de inspiración a todo un país agobiado por el día a día y por realidades que a veces, superan la ficción y, a una generación de jóvenes que sueñan con salir adelante. Ningún objetivo es inalcanzable. #DayroGol
