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¡Qué gran historia es Lorica!

Por: Francisco Martínez Ferreira 

En sus murallas llenas de historia, romances y quimeras aún aparcan las canoas de los pescadores, sí, los pescadores de piel tostada por el sol y de mirada humedecida por el abrazo fraterno del río y la ciénaga. 

Lorica es un pueblo único en el mundo. Cada uno de sus recodos es depositario de una historia asombrosa, contada por un personaje pintoresco, gracioso, desbordante en imaginación, picaresco y extremadamente “mamador de gallo”. 

Sus mujeres, las del mercado por ejemplo, te ofrecen sin ambages los beneficios afrodisíacos del sancocho de bocachico con abundante zumo de coco, con arroz de coco, buen limón y guarapo de panela cubierto en una capa de hielo para la canícula, que se alborota cuando el sol se hace en la mitad del cielo. 

Lorica, tiene además, la virtud de poseer una hermosa arquitectura colonial. Por algo fue declarado monumento nacional en el año de 1996 y hace parte de la red de pueblos patrimonio de Colombia. 

Mi buen amigo, el escultor y ceramista Adriano Ríos, me contaba que las calles de Lorica fueron diseñadas y construidas para confundir al enemigo invasor y ciertamente, si no tienes cuidado y buena memoria, puedes terminar perdido por esos caminos, por donde han transitado cientos de miles de historias ligadas a una cultura de resistencia y dignidad, muy características del ser loriquero. 

Hay una Lorica negra, descendiente de los africanos que vinieron a América en condición de esclavos. Esa Lorica bailadora de champeta, salseros y soneros por antonomasia, son sin duda el alma de este pueblo. David Sánchez juliao, el gran escritor y narrador loriquero, solía decir que Lorica era el barrio más lejano que tenía Cartagena y muchos nacidos en ese terruño genuino, no se esconden para ratificar tal afirmación. ¡Lorica es Lorica y punto! Gritan a todo pulmón. 

Pero esa Lorica, negra y sinuana, con profundos rasgos aborígenes, también fue influenciada por la cultura sirio-libanesa, ya que fueron miles, los migrantes de estos pueblos, que huyendo de los horrores de la guerra, vinieron a dar a estos parajes, con sus telas y su léxico, sus comidas y sus apellidos, anclados hoy en el follaje cultural y social de Lorica, de Córdoba y de todo el caribe colombiano. 

Decenas de cuentos, historias y chistes ligados a la presencia árabe en Lorica, se dejan escuchar en cada cuadra de esta joya del bajo Sinú. 

Lorica tiene todas las condiciones para ser una verdadera potencia cultural, natural y turística. Nadie que conozca los rasgos de Lorica puede sustraerse a conocerla, a caminarla, a recorrer sus destellos de historia y grandeza. 

Abrazada por el río Sinú y bañada por la ciénaga Grande, su paisaje natural es inconmensurable, unido a su arquitectura que impresiona desde la vista al mercado, ya sea cuando se está ingresando por carretera y mucho más impactante si la experiencia es por agua. 

Pero si el asunto es de interés cultural o académico, Lorica es una estación inevitable, pues es la cuna de grandes mentes como Manuel Zapata Olivella, Delia Zapata Olivella, David Sánchez Juliao y Marcial Alegría, quienes ya fallecieron, pero cuyo legado en el mundo de las letras y las artes es imperecedero. Es Lorica también el pueblo natal de don Elías Bechara Zainúm, sin duda el gran precursor de la educación en Córdoba. 

Lorica tiene una actividad literaria constante, con plumas que descollan en el universo de las letras como Nelson Castillo Pérez, Antonio Dumett Sevilla, Nicolás Corena y grandes exponentes de la plástica como Adriano Ríos y el recientemente fallecido Marcial Alegría. 

Y en materia gastronómica, ni que hablar. La cocina loriquera es tan exquisita como variada, no sólo por sus platos criollos, como el sancocho de pescado, gallina criolla, pavo o mote de queso, sino por la profunda influencia árabe con platos que ya parecen de la tierra, como el quibbe, la empanada de leche cortada, el arroz de lenteja y tantos otros. Sin olvidar que al adentrarse en el mercado público de Lorica, encontrarás el mercado de las especias de oriente, exhibidas y comerciadas como si estuvieran en uno de esos países lejanos. 

Pero además, Lorica es tránsito obligado hacia el caribe. Quienes vienen del interior del país y van hacia Cartagena, Coveñas, Tolú, San Antero, San Bernardo del Viento o Moñitos, deben atravesarla casi que inexorablemente, una inapreciable oportunidad para seducir a los turistas para que viren, entren y conozcan la magia y la hermosura de Lorica. 

En estos días le escuché al alcalde de Lorica Carlos Mario Manzur de León, a quienes allá todos le dicen “el coto” (porque loriquero que se respete, tiene su apodo), que avanza raudo y veloz el proyecto de construcción de un embarcadero, para unirlo al hermoso bulevar construido a las orillas del río y fortalecer así la oferta turística y comercial de la bella sultana del Sinú. 

Confieso que me emocionó escuchar esta noticia, porque soy fan de Lorica, tengo grandes amigos allá, con los que comparto de vez en cuando y me gusta ir a Lorica, escuchar sus gentes, sus historias y anécdotas, comer en el mercado, realimentarme en su historia. 

Qué bueno que su alcalde la esté fortaleciendo para que el turismo crezca, para que llegue más gente, eso no sólo aumentará la movilidad económica y laboral, sino que despertará aún más el interés de niños y jóvenes en profundizar en su historia, en estudiar sus aspectos esenciales desde el punto de vista sociológico, en enfrentar de mejor forma sus realidades y los desafíos que devengan en el tiempo. 

Lorica, fue el primer municipio en tener una sede de la Universidad de Córdoba. ¿Por qué no puede ser la primera en tener un museo de arte contemporáneo, una sinfónica, un gran teatro, un centro multifuncional de eventos y convenciones?

Lorica está hecha para cosas grandes, sólo necesita grandes hombres que las materialicen. 

Mi amigo “Coto”, es tu momento de quedar como un grande en la historia de Lorica.

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