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Medio ambiente

La Revolución de las Alamedas Climáticas en Montería

Por: Efraín de Jesús Hernández Buelvas

Ante la inclemencia del mediodía, que convierte los senderos en espejismos y transforma la ciudad en un espacio emocionalmente agresivo e inhóspito, se alzan en Montería pérgolas silvestres encarnadas en Alamedas Climáticas.

Estas se comportan como bóvedas sagradas donde el estío claudica ante la sombra: un espacio donde, bajo su dosel susurrante, el aire se esparce y acaricia la tierra, brindando un placer absoluto ante el rigor de la luz.

Este confort, que en algunos casos podría reducirse a una simple siembra de árboles, se ha edificado como una revolución silenciosa en los entornos urbanos.

Trasciende por completo la función de un simple ornamento para convertirse en una infraestructura viva: un sistema natural de aire acondicionado que combate la isla de calor que eleva la temperatura del asfalto en la urbe.

A su vez, estos lugares son filtros purificadores de aire que impactan directamente en la salud pública al reducir afecciones respiratorias, y actúan como esponjas naturales que compensan el riesgo de inundaciones.

Son, en esencia, una estrategia de adaptación climática inteligente y de bajo costo.

Su valor, sin embargo, trasciende lo ecológico.

Devuelve al espacio público su razón de ser, invita a la gente a caminarlo, habitarlo de nuevo y fortalece el tejido social que genera sentido de pertenencia y contribuye a la seguridad ciudadana.

Es un antídoto contra el encierro y la desunión vecinal.

No obstante, el verdadero reto no es plantar árboles, sino mantenerlos.

Se requiere un compromiso firme de riego, podas técnicas y protección, que debe perpetuarse más allá de los periodos de gobierno, hasta convertirse en un pacto ciudadano, donde los habitantes sean guardianes de su propio bienestar verde.

Por ello, las Alamedas Climáticas representan el legado visionario que Montería siembra hoy: la inversión más sabia para una ciudad tropical que provee sombra, salud y comunidad.

No se trata de un gasto, sino de la simiente de una ciudad más habitable, resiliente y unida, donde las generaciones futuras hallarán un porvenir más fresco bajo su protector dosel.

*Biólogo – Magíster en Biotecnología – Candidato a Doctor en Educación (UNR, Argentina)

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