Por Blanca Berrío Montiel
Montería. En los ojos de Idenia Roqueme se ve el amor que le tiene al campo y en sus palabras confirma el orgullo que siente su corazón por ese pedazo de tierra, y sobre todo el orgullo de ser una mujer campesina, una mujer rural.
“Ser una mujer campesina es muy lindo”, afirma con la convicción y la tranquilidad de respirar un aire puro y de trabajar en su territorio, ese mismo cuya deuda histórica desde la institucionalidad, espera se empiece a pagar con la firma del Pacto por la Ruralaidad Monteriana, que se dio el pasado fin de semana.
Idenia refresca su memoria, cuando a los 12 años su padres, también campesinos le enseñaron a cosechar. En esos primeros años de su adolescencia el saber ancestral que requiere la siembra de maíz y arroz le fue transmitido. Ese conocimiento que hoy ella le transmite a sus hijos.
“Esto es lindo, aprendes a medírtele a todo. A mi me gusta mucho el campo. Lo malo es que uno tiene que esperar que le den un pedacito de tierra para poder tener la cosechita”, afirma con nostalgia al recordar que no tiene tierras propias para explotar todo su potencial, pues actualmente tiene su cosecha de arroz, maíz y demás productos de pancoger en hectárea y media alquilada. Así como ella hay muchas familias del campo que anhelan tener su pedazo de tierra para explotar y subsistir.
“Así es que Dios nos da la bendición”, afirma con los ojos llenos de esperanza. Idenia fue edil hasta el período anterior.
Con la humildad que la caracteriza le hace una petición al alcalde Carlos Ordosgoitia: “Ojalá que el Alcalde nos de una ayudita a nosotros los campesinos que no tenemos dónde cultivar y se acuerde del corregimiento de Nueva Esperanza”, dijo.
Hoy, luego de cuatro meses se haber sembrado arroz, ella y su familia ya empiezan a ver los frutos de su trabajo, entrega y amor por la tierra. Esta mañana recogieron parte de la cosecha, pero la bendición que les da la tierra, así sea ajena, apenas comienza.
Idenia Roqueme, representa a la mujer rural, a la monteriana soñadora, trabajadora y digna de la raza sinuana. Vive junto con su compañero, un campesino que se gana la vida como jornalero y oficios varios y es madre de cuatro hijos de 26, 24, 22 y 9 años, una familia apasionada por el campo.
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