Día de los que siempre permanecen aunque ya no están
Por Blanca Berrío Montiel
Redacción. Y no se han ido, siguen pegados a los recuerdos de quienes guardan en su memoria, las imágenes, los momentos, las palabras, los gestos, los gustos y las miradas de ellos: Abuelos, padres, madres, esposos, esposas, hermanos, hijos, nietos, tíos, primos, amigos que partieron a un nuevo viaje, en el que solo nos llevan la delantera.
Pero siguen aquí, dentro del corazón y guardados allí con candado para no olvidarlos, para traerlos nuevamente en el Día de su cumpleaños o en el día que les tocó irse, tal vez, repentinamente o quizás pudieron preparar el camino para que la despedida, temporal, no fuera tan dolorosa.
En todo caso, físicamente no están, pero permanecen en el camino de sus familiares, en la herencia genética que trasciende generaciones y en las fotos que se desvanecen con el tiempo. Por eso, hoy hay espacio para encender una vela, hacer una oración y vestir las tumbas de flores.
Los que quedamos en el aquí y en el ahora no vamos a comprender todo lo que el misterio de la muerte lleva consigo. Pero, en fechas como la de hoy, en medio de la nostalgia y de los nudos en la garganta que se niegan a salir, las familias distantes se reencuentran para recordar y vivir a sus difuntos, para recontar sus anécdotas, sus dichos y refrescar recuerdos, los alegres y también los dolorosos.
La muerte nos demuestra algo de justicia, porque llega a todos sin tener en cuenta el sexo, la edad, la religión, la bondad o maldad, la riqueza o la pobreza, el estrato social o etnia, no mira nada de lo que en la vida nos divide, excluye y distancia. Simplemente llega y llegará siempre, en algún momento, sin ser invitada ni esperada, solo llega y ya.
Este año, el temor por el Covid-19 no fue suficiente para olvidar, los familiares salieron, con una nueva dinámica de distanciamiento, tapabocas y desinfección de manos, los cementerios fueron visitados, como el campo santo de Mateo Gómez, cuya construcción data desde 1938, es decir, más de 80 años de historias de vida y de muerte que se tejen en los callejones, en las tumbas olvidadas y recordadas.
Allí, solo hasta las 11:00 de la mañana, más de 150 personas se acercaron a visitar los sepulcros de familiares y amigos con el propósito de hacerles saber, de alguna manera, que siguen vivos en las imágenes tatuadas en el alma de quienes aún los recuerdan.
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