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La construcción de la paz se hace entre todos

En el día en que se cumplen los cinco años de la firma del Acuerdo de Paz en Colombia se pueden divisar nuevas esperanzas y anhelos por una paz verdaderamente estable y duradera, algo que parece una visión utópica de la realidad pero que debe convertirse en un reto y en un compromiso ferviente de todos, dejando a un lado el orgullo, dejando a un lado la insistencia por escarbar en el pasado, dejando a un lado las rencillas de los duros golpes de la guerra a familiares y seres queridos y abriéndose paso al presente y futuro de las nuevas generaciones.

Ya lo he dicho en otras oportunidades, que la paz no se puede simplificar solamente en una firma de documentos y ya, no es solo firmar un pedazo de papel y ya, se trata de adoptar mecanismos para preservar este valor constitucional. Se trata de un derecho y un deber que, por ser de obligatorio cumplimiento, todos debemos buscar y promover en aras al bien común de nuestro entorno.  

En estos últimos días, el Secretario General Antonio Gutiérrez visitó el tribunal de la Justicia Especial para la Paz (JEP), creado con el objetivo de ofrecer justicia a las víctimas del conflicto que durante 50 años dividió al país. Durante su visita, manifestó lo siguiente:

Al hacer hoy balance, podemos afirmar con confianza que el proceso de paz está echando raíces profundas”, señalando que el quinto aniversario “es un testimonio del compromiso de las partes, pero también del Estado y de la vibrante sociedad civil colombiana”.

Para Gutiérrez, los logros son innegables y Colombia debe, o mas bien debería estar orgullosa de ellos, por lo cual, el tren de la paz seguirá su trayectoria tejiendo los lazos de lo que sería un acuerdo que beneficie a toda la población colombiana por concepto de seguridad ciudadana.

Entre esos logros que resaltó el secretario, sin duda alguna está el hecho de que una guerrilla que, durante medio siglo, estuvo alzada en armas es hoy un partido político y que lamayoría de los excombatientes, unos 13.000, se esfuerzan “admirablemente” por construir nuevas vidas en paz.

De hecho, podríamos afirmar sin tela de duda que Colombia es un ejemplo inspirador si miramos más allá de nuestro país, dirigiendo nuestra vista al exterior, nos encontraremos con un mundo marcado por los conflictos, muchos de ellos sin un final a la vista, por lo tanto, un acuerdo de paz negociado para poner fin a un conflicto o disminuirlo por lo menos, y que muchos creían sin solución es algo sumamente único y valioso.

No obstante, existen riesgos que pueden aquejar los acuerdos. Muchos de esos riesgos se suscitan en la violencia que ha resurgido en las regiones afectadas por el conflicto. Por otro lado, las comunidades étnicas y las mujeres y las niñas se ven especialmente afectadas por conflictos por grupos armados como el ELN. Las amenazas y asesinatos de excombatientes, líderes sociales y defensores de derechos humanos, con frecuencia mujeres y poblaciones indígenas; el desplazamiento y confinamiento; la violencia contra las mujeres y la violencia sexual; el reclutamiento de niños: todo ello contraviene a los fines esenciales de la paz. Como se señalaba en un discurso pronunciado por el secretario Gutiérrez, Cada muerte es en sí misma una tragedia. Cada muerte envía un mensaje devastador a estas comunidades que aún esperan las promesas del Acuerdo de paz.

Es inadmisible el uso de la violencia y el asesinato de defensores de derechos humanos y excombatientes de las FARC en Colombia ya que esto tranca el propósito fundamental de los acuerdos de paz, se busca dirimir el conflicto de una manera diplomática, escuchando, promoviendo, dialogando en relación a la paz y los beneficios que esta implica. El cese al fuego debe ser una acción bilateral, que no comprometa mas ataques y desidia.

Desde mi perspectiva, no es tarde para revertir esa tendencia de “amigos y después enemigos”, para lo cual indicó es necesario que se cumplan en su totalidad las disposiciones de seguridad del Acuerdo y los capítulos sobre la reforma rural y la solución al narcotráfico. Una tarea que parece y puede ser dura pero que en definitiva debe llevarse a cabo.

Es de resaltar que el propio Acuerdo de Paz recogía la realidad del hecho de que transformaciones de esa magnitud llevarán tiempo ¿Cuánto tiempo? Es una incertidumbre la duración, pero lo que si es seguro es que la paz comienza desde casa, comienza desde los valores inculcados. No debe convertirse en un duro reto sino en un sentir, por el bien común de todas las personas que vivimos en este país. No hay que negar que los desafíos son parte de los procesos de paz, todos sabemos eso, sin embargo, la construcción de la paz no depende solo de los órganos gubernamentales y sus dependencias institucionales, también depende de todos y cada uno de nosotros. Los que queremos la paz debemos promoverla de forma imparcial, sin clientelismos, proselitismos o brechas indirectas. Que sea un juego limpio que ayude a razonar a aquellos que aun dudan sobre la implementación de un acuerdo de paz que signifique abrir l el telón hacia una sociedad sin terror por conflictos entre diversos combatientes.

Hay muchos temas sobre los cuales se puede estar en desacuerdo en una democracia, pero la paz ya no puede ser uno de ellos. El llamado se sintetiza en que Colombia “debe mantenerse en este camino de construcción de paz y persista en la superación de los desafíos. Persistencia que debe provenir de todos nosotros para que sea una realidad y no solo protocolos firmados en papel muerto.

Para ello, personalmente insto a seguir la hoja de ruta que marcaba el Acuerdo de Paz, en la que se establece la transformación de las causas profundas del conflicto que permitirán comenzar a curar las heridas e impedirán que las atrocidades cometidas por todas las partes no vuelvan a ocurrir.

Con esas metas en mente, la creación de un sistema de justicia transicional que tiene como objetivo la justicia para las víctimas y los supervivientes, así como garantizar una paz duradera seria un contexto real.

En ese sentido, me siento sumamente alentado por el hecho de que Colombia esté dando pasos firmes para enfrentar su doloroso pasado y haya reconocido el progreso que lleva a cabo la justicia transicional:  durante mucho tiempo hemos visto con lágrimas en los ojos crímenes de guerra, secuestros, masacres, reclutamiento de menores, violaciones sexuales a rehenes y reconocimientos de responsabilidad sin precedentes. Pero también hemos visto encuentros emotivos que unen víctimas y responsables. Y hemos visto cómo familias salen por fin de la incertidumbre sobre la suerte de sus seres queridos desaparecidos. Estas situaciones son las que deben impulsar a todo colombiano a crear la meta de lograr una verdadera paz que ponga fin al conflicto armado.

Finalmente, debo decir que después de más de cinco décadas de conflicto, y conscientes del sufrimiento que causó, tenemos la obligación constitucional y moral de garantizar que este proceso de paz tenga éxito. La paz es un derecho y deber que podemos construir entre todos.

Jesús Fernández, abogado.

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