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Opinión

Hablar de sexo en casa sigue siendo tabú

Por Sixto Canabal Flórez*
Quiero agradecer a Esteban Guerra, un amigo y mi estudiante precoz del último curso de bachillerato, por haberme sugerido este tema tan controversial. Es curioso porque la idea surgió por pura casualidad luego de una corta charla sobre problemas sociales. La palabrería languidecía, como el suspiro de un moribundo, cuando de repente, por puro juego de la suspicacia, su cara se le iluminó como en los pensadores de antaño y me soltó de un totazo todo su pensamiento: “profe, me dijo, ¿por qué no escribes acerca del tabú que tienen los padres de familia con respecto a la sexualidad y vida sexual de sus hijos? De ahí surgió otra conversación, las ideas flotaron a borbollones y tan
fluidas, que solo faltaba escribirlas. El resultado fue el que vamos a desarrollar en las siguientes líneas.
La educación sexual en nuestras sociedades latinas son tabú, de eso no cabe duda. Muchas familias evitan hablar del tema, rogando que se retrase el inevitable avance natural de la pubertad de los hijos, para que cuando irrumpan en la sala de la casa y le pregunten a sus padres acerca de sexualidad, la respuesta resulte casi siempre evasiva, trivial y titubeante ante el miedo que resulta orientar a nuestros hijos sobre el tema. Y precisamente porque en casa somos escépticos para hablar al respecto, entonces muchos jóvenes y adolescentes en aras de experimentar por su propia
cuenta terminan sumergidos en varias de las consecuencias que se desprenden de tener una vida sexual sin la más mínima información; desde embarazos a temprana edad, pasando por
prostitución, hasta enfermedades de transmisión sexual.
En Colombia, una de cada cinco adolescentes entre 15 y 19 años ha estado alguna vez embarazada. De ese número, el 16% ya son madres y el 4% está esperando su primer hijo. Dato alarmante hasta que se tiene en cuenta que el 13% de las mujeres menores de 15 años ya ha iniciado una vida sexual activa. Según información que reporta el DANE.
Sin embargo, las escuelas y entes gubernamentales viven haciendo campañas de concienciación constante para que los jóvenes reciban la orientación necesaria al momento de iniciar su vida sexual de manera responsable y segura. Por ejemplo, en los hogares menos ortodoxos y patriarcales, donde se charla de sexualidad a su tiempo (13 años aproximadamente) las mujeres y hombres que reciben educación sexual se embarazan menos a edades tempranas, ya que por lo general inician sus experiencias alrededor de los 18 años.

Por el contrario, las mujeres con menor educación en hogares que se ha convertido en tabú hablar del tema, inician en promedio a los 13 años. Pero eso no es lo más grave, ya que un embarazo en la vida de una joven, aunque no sea
recomendable por la responsabilidad que le cae encima sin estar preparada, puede ser manejable si se cuenta con las condiciones psicológicas y económicas idóneas. La otra consecuencia silenciosa, que muchos tratan de ignorar, son las enfermedades de transmisión sexual (ETS). Según la OMS las enfermedades más comunes en los jóvenes incluyen clamidia, gonorrea, herpes, verrugas genitales causadas por el virus del papiloma humano (CPH) y tricomoniasis. Otras ETS incluyen hepatitis B, virus de inmunodeficiencia humana (VIH), sífilis, liendres púbicas y escabiosis. Como ven, un catálogo amplio con muchas enfermedades de alto contagio, en la que la mayoría deja secuelas irreversibles en el organismo.
Por lo anterior, para tratar de ponerle el freno de mano a estas problemáticas sociales y de salud pública es necesario matizar el discurso. No está mal que los jóvenes inicien su vida sexual siempre que tengan la orientación necesaria, lo que es verdaderamente condenable es la actitud de muchos padres y adultos que, como uno de los principales actores en la prevención, hacemos la vista gorda por obedecer a un formalismo obsoleto que se ha quedado rezagado en el pensamiento contemporáneo. Por eso, es fundamental ser de apoyo y complemento de la información y orientación que reciben nuestros jóvenes, dimensionando el rol que cada uno de los actores de la sociedad tenemos, y, además entender que es una responsabilidad compartida la que tenemos en la superación de esta barrera ideológica que hemos creado en torno al tema, pues más allá de romper un paradigma, estaremos contribuyendo a una mejora de la sociedad y mejora de la salud de nuestros jóvenes.

*Licenciado en lengua castellana y español y literatura, amante de las letras y la escritura. Actualmente labora como docente de lectura crítica.

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