Retomemos Promoción Juvenil y Prevención Integral


– Apuntes sobre las políticas públicas de juventud en Córdoba –
Por Jairo Aníbal Doria Ruiz
Siguiendo la noticia de que la Alcaldía de Medellín decidió prohibir el consumo y la venta de cigarrillos y vapeadores en los entornos educativos, pensé inevitablemente en lo que hicimos hace años en Córdoba, cuando la prevención no se imponía desde la prohibición, sino que se tejía desde la confianza, la creatividad y el sentido de comunidad.
Hubo una época en que la palabra juventud, se escuchaba en las calles y no solo en los discursos.

Era el sonido del tambor, el color del grafiti recién pintado, el eco de un micrófono abierto, las OCJs (Organizaciones Creativas Juveniles); Contacto Joven, la Revista Juvenil que tuvo corresponsales en todos los colegios del departamento; Inquietudes Juveniles, programa de Telecaribe para Córdoba; varios de los aún vigentes, emprendimientos de animación de eventos y fiestas; los seminarios (procesos de formación permanente en temas diversos), o la alegría de una inigualable ciclovía, donde muchos descubrían que podían construir un futuro distinto.
La Ciclovía no era simplemente cerrar una calle para trotar, montar bicicleta o sacar la mascota.
Era mucho más: un acto de encuentro y pertenencia. Participaban jóvenes de todos los colegios y estratos de Montería, junto a la Policía Comunitaria, los comerciantes de la Avenida Primera y decenas de voluntarios que, domingo tras domingo, celebraban una fiesta de cultura, arte y música.
Varios municipios de Córdoba replicaron la ciclovía de Monteria, con éxito total.
Fue un proceso que marcó a toda una generación, una expresión viva de comunidad y energía juvenil que, lamentablemente, nunca volvió a repetirse con la misma fuerza.

Fue la época del Programa Promoción Juvenil y Prevención Integral de la Gobernación de Córdoba, una iniciativa que no se limitó a decir “no consumas”, sino que propuso: “crea, participa, transforma”.
A nivel nacional, el programa fue concebido por el psicólogo Luis Ángel Parra, un visionario que comprendió que la juventud no debía ser un problema por resolver, sino una fuerza que acompañar.
En Córdoba, el proceso fue orientado por el licenciado Aldemar Villalba, quien, con una mirada pedagógica y humana, supo promover el uso productivo del tiempo libre en oportunidad y el liderazgo en propósito, a partir de un Equipo Dinamizador de jóvenes.
Decía Luis Ángel Parra: “…con un solo joven que logre transformarse, que encuentre sentido y propósito, podemos decir que hemos cumplido”.
Serían necesarios varios párrafos para nombrar uno a uno, a esa generación de amigos y compañeros que compartieron el sueño y el esfuerzo.
Todos ellos son hoy, ejemplo de templanza y coherencia, y desde distintos caminos —la gestión pública, la educación, el arte, los emprendimientos, las empresas o el ejercicio profesional independiente— siguen honrando aquel espíritu de construir, servir y abrir caminos.

En Montería y Córdoba, fuimos muchos los que construimos nuestro proyecto de vida desde esos principios: más allá de una política, una ideología o una religión.
Aquella filosofía nos enseñó que prevenir era creer en la capacidad de cada joven para reinventarse y transformar su entorno.
De ese impulso surgió la primera Oficina Departamental de la Juventud, gracias a la iniciativa de la entonces Primera Dama: María Cristina de la Espriella, acompañada por el licenciado Raúl Altamiranda y por profesionales como Danilsa Valdés y Damiris Ballesteros.
Aquel grupo de trabajo creyó, con una fe admirable, que las transformaciones comienzan cuando el Estado deja de hablar por los jóvenes y empieza a escucharlos.
Por primera vez en la historia, se formuló una Política Pública de Juventud de carácter participativo, con mesas de trabajo y encuentros en todos y cada uno de los municipios del departamento.
Importante destacar la participación activa en las mesas de trabajo para la formulación de la Ley 375 de 1997, primera Ley de la Juventud en Colombia.
De ese proceso surgieron grupos y organizaciones (como MACANEANDO, bajo mi dirección) que encontraron en los medios, la cultura, el arte y el servicio social una manera de resistir, crear y crecer.
Jóvenes que cambiaron la esquina por el escenario, la soledad por la palabra y el riesgo por la acción colectiva.
Muchos de esos proyectos aún viven, recordándonos que la mejor política de prevención es ofrecer sentido.

Después vino una etapa institucional decisiva.
Se abrió un espacio, gracias al entonces Concejal de Montería, Luis Javier Salgado.
El gesto de Javier Salgado fue decisivo. Su confianza me permitió estar ahí, y lo que hasta entonces era solo macaneando —una iniciativa periodística y cultural casi que en solitario y sin herramientas—, se convirtió en un proyecto político de grupo, con una propuesta seria y un norte claro.
Digo “casi que en solitario”, porque Macaneando se convirtió en una escuela y en una oportunidad para abrir caminos a muchos jóvenes que hoy son consumados comunicadores y periodistas, formados entre la pasión y la práctica, que desde los medios, la academia o la comunicación organizacional siguen contando historias, formando criterio y generando conciencia.
A partir de esa oportunidad pudimos organizarnos, unir voluntades y plantear, con convicción, que Córdoba necesitaba una instancia departamental que liderara la política pública de juventud.
Libardo López Cabrales, desde su campaña a Gobernador, entendió la necesidad de dar continuidad a ese trabajo y una vez posesionado, transformó la Oficina de la Juventud en la Asesoría Departamental para la Juventud, ampliando su alcance y capacidad de gestión.
Más tarde, el gobernador Jaime Torralvo Suárez, daría el paso histórico al instituir la primera Secretaría Departamental de la Juventud del país, convirtiendo a Córdoba en pionero nacional y referente de política pública juvenil.
Durante esa misma administración se realizaron también las primeras elecciones a Consejeros de Juventud, lo que fortaleció la participación y dio rostro a una nueva generación de liderazgos, donde se destacó el entonces joven líder —hoy Presidente de la Asamblea— Gabriel Moreno Guerrero.

Tuve el honor —y el reto— de orientar y ser parte de esa etapa, junto a un grupo de jóvenes liberales que creímos en la participación real, como motor del cambio.
La Secretaria de la Juventud, nació de las bases, de los municipios, de los barrios y las universidades, desde la calle.
El respaldo político e institucional fue inédito.
La ordenanza tuvo el decisivo apoyo de los diputados Rafael Madrid Hodge, Guillermo Corrales y Rosario Pinedo, entre otros.
Fue un momento histórico en que la palabra juventud dejó de ser promesa y se volvió política pública.
Hoy, al mirar la decisión de Medellín, creo que las prohibiciones son necesarias, pero no bastan. La norma protege, pero no educa; delimita, pero no transforma.
La verdadera prevención ocurre cuando un joven encuentra propósito, compañía y espacios donde crear.
Por eso, la Secretaría de la Juventud —que a veces parece lejana de su origen— debería volver a ser el faro de las políticas de prevención integral, un espacio que articule cultura, salud mental, educación emocional y participación ciudadana.
Porque cuando un joven canta, pinta, lidera o emprende, el riesgo se disuelve y el futuro se amplía.

Sigue siendo necesario, además, que en cada municipio (empezando por Montería), exista una instancia que oriente y complemente, de manera real y efectiva (con presupuesto y herramientas), la labor de los Consejos de Juventud.
Son muchas las dificultades que hoy enfrentan: la falta de acompañamiento institucional efectivo, la deserción de consejeros por motivos personales, económicos o de desconocimiento, y las limitaciones en recursos y capacidades que reducen su posibilidad de incidir realmente en las políticas públicas.
Reforzar esa estructura local sería recuperar el espíritu original de Promoción Juvenil y Prevención Integral: trabajar con los jóvenes, no solo para ellos.
El ejemplo de Medellín puede inspirarnos, pero también recordarnos algo que Córdoba ya demostró: prevenir no es prohibir, es abrir caminos.
Retomar Promoción Juvenil y Prevención Integral no sería volver atrás, sino volver al origen, a esa convicción profunda de que la juventud no se contiene, se acompaña.
Y en eso, con la misma fe de siempre, seguimos macaneando…



