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Justicia

El valor de la fe frente al secuestro de Miguel Ayala

Por: Jairo Aníbal Doria

Miguel Ayala habla con la voz entrecortada.

Aún le tiembla el alma cuando recuerda aquellos quince días en cautiverio.

“Fue horrible, algo que no se lo deseo a nadie”, dijo en entrevista con Blu Radio, al relatar cómo él y su mánager, Nicolás Pantoja, fueron mantenidos encadenados, en medio de la oscuridad y la incertidumbre.

“Las noches eran eternas”, confesó. “No veíamos nada, ni siquiera la esperanza”.

Durante dos semanas, los dos jóvenes vivieron bajo la vigilancia de hombres armados que los cambiaban por turnos, sin contacto alguno con el exterior.

Supieron, ya en libertad, que sus captores pedían 7.500 millones de pesos por el rescate.

A Miguel lo sostenía la fe. Lo repitió varias veces. Pensó en su padre, en su familia y en Dios.

En medio de ese encierro, prometió no olvidar la lección: “Cuando salí, lo primero que hice fue pedirle perdón a mi papá por todos los errores que uno comete como hijo”.

El operativo del Gaula de la Policía Nacional llegó como un milagro.

Cuatro disparos rompieron el silencio de la selva, y la voz que escucharon al otro lado del miedo fue la de sus rescatistas: “¡Policía Nacional, Gaula!” —relata— “No nos la creíamos. Fue una alegría inmensa. Solo pensábamos en volver a casa”.

Hoy, mientras el país se alista para la Navidad, Miguel agradece cada respiración.

Su historia, más allá del dolor, se convierte en testimonio de fe y de reconciliación.

“Le doy gracias a Dios por esta nueva oportunidad de vida”, dice, con una serenidad que solo da haber regresado del borde del abismo.

*Con información de Blu Radio (Colombia).

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