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Opinión

Víctimas, memoria e historia

Por Ramón Rodríguez Andrade

Bajo el lema “Hagamos Memoria para nunca repetir la Historia”, este 9 de abril Colombia conmemora el “Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas”, como lo ordena la Ley 1448 de 2011 o más conocida Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que dio origen y fijó funciones a la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.

Esta conmemoración se hace imperativa para que nuestro país, pero sobre todo nuestra sociedad, no soslaye el peso del conflicto de más de medio siglo que nos ha dejado dolorosas realidades, como que cada cinco colombianos ha sufrido el conflicto en alguna de sus dimensiones.

La violencia ha sido de tal magnitud, que en nuestra memoria colectiva perviven hechos imborrables del conflicto como lo fue para los europeos la Segunda Guerra Mundial. Masacres, desplazamientos masivos, secuestros, torturas, atentados rurales y urbanos, víctimas de minas, hombres de nuestras Fuerzas Militares caídos en combate o lisiados, viudas y huérfanos desarraigados, reclutamiento de menores y tradiciones culturales ancestrales truncadas en decenas de pueblos, entre otros, fueron, y aún siguen siendo, la impronta del conflicto con todas sus secuelas.

Las cifras son contundentes, en el Registro Único de Víctimas hay 9.250.453 millones de personas incluidas, de las cuales 7.350.349 son sujetos de atención y/o reparación y donde también se encuentran 814 Sujetos de Reparación Colectiva. Todas estas personas y grupos son la base de nuestro enfoque misional, por lo que han recibido respuestas de la Unidad a partir de la reparación integral, que parte de las dimensiones individual, colectiva, material, moral y simbólica, y se compone de cinco medidas: rehabilitación, indemnización, satisfacción, restitución y garantías de no repetición.

La campaña de este 9 de abril, “Hagamos Memoria para nunca repetir la Historia”, busca recordar lo que pasó en el marco del conflicto y hacer visible todo lo que ha sucedido después de los hechos victimizantes. Esto a través de eventos académicos, actividades culturales y acciones reparadoras en decenas de municipios de manera articulada con alcaldías, gobernaciones y mesas de víctimas.

Con este tipo de manifestaciones se exalta la resiliencia, la fortaleza y las enseñanzas que las víctimas han brindado a toda la sociedad colombiana, pero también es una oportunidad para visibilizar las acciones conjuntas del Gobierno —como la prórroga de la Ley de Víctimas por 10 años más con la Ley 2078 de 2021— y los esfuerzos interinstitucionales que se han desarrollado en materia de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas.
Hacer memoria es un camino para narrar la historia. La misma Ley 1448 así lo determina en su artículo 143, que consagra que :

“el deber de Memoria del Estado se traduce en propiciar las garantías y condiciones necesarias para que la sociedad, a través de sus diferentes expresiones tales como víctimas, academia, centros de pensamiento, organizaciones sociales, organizaciones de víctimas y de derechos humanos, así como los organismos del Estado que cuenten con competencia, autonomía y recursos, puedan avanzar en ejercicios de reconstrucción de memoria como aporte a la realización del derecho a la verdad del que son titulares las víctimas y la sociedad en su conjunto”.

Ahora bien, la memoria histórica es necesaria para tener una aproximación a lo vivido a partir de un registro ordenado de lo que pasó. Lo han hecho los pueblos del mundo que salieron de la guerra o que padecieron la opresión de un tirano, y es también una necesidad para que nuestro país continúe el proceso de sanar tantas heridas causadas por la violencia.

Es por eso que esta conmemoración del 9 de abril, esta búsqueda colectiva de la verdad de cómo sucedieron los hechos dentro del conflicto a través de la memoria, puede espantar los intentos por mancillar nuestra historia patria. De esta manera nos podemos poner a salvo de ese concepto fantasma de que la historia siempre la deben escribir los que aplicaron la violencia, porque, finalmente para cambiar como país y como sociedad, nuestra historia futura la deben escribir los que lucharon por reconstruir su vida con voluntad, amor y solidaridad.

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