En estos últimos días la ciudadanía ha sido informada de perturbadores sucesos que han ocurrido en la ciudad de Bogotá, con ocasión al ataque inducido al estudiante de derecho Javier Ordoñez, por parte de miembros de la Policía, cuyo agresión y descargas eléctricas reiteradas le causaron la muerte posteriormente.
A raíz de este hecho injusto, se encendieron una serie de manifestaciones reflejando la indignación que representaba el hecho de causarle la muerte a un civil que no mostraba resistencia ante la policía, tal como se evidencia en el video publicado en las redes sociales, sino que, al contrario, suplicaba que no le maltrataran y pronunciaba varias veces: “por favor”.
Se puede deducir que la muerte injusta del abogado en mención prendió la mecha de intolerancia que se encendió frente a las injusticias de algunos miembros de la institución policiva y que, más tarde, se encendió en una conflagración de multitudes, desencadenando un odio tenaz, acumulado por el repetido accionar de algunos servidores públicos que no honran, al pie de la letra, los derechos civiles.
Razón por la cual se abrió la franja de intolerancia social reprimida en muchos civiles ultrajados o desfavorecidos dentro de los cuales se encontraban: estudiantes de Universidades públicas y privadas, pandillas juveniles, delincuentes comunes, jóvenes desempleados de estratos bajos y demás personas pertenecientes a conglomerados sociales menos favorecidos se apuntaron al ‘cacerolazo’ en contra de las iniquidades y el abuso de poder de algunos Policías.
El problema es que lo que debió empezar como una manifestación pacífica, por parte de la comunidad indignada, respetando en todo caso los Derechos Humanos en pro de la convivencia ciudadana, terminó convirtiéndose paulatinamente en una ola de vandalismo y caos sin cesar, cuya anarquía fue repudiada por muchos analistas expertos que, al principio, apoyaban ferviente la manifestación debido a la defensa de derechos civiles individuales y colectivos que esta significaba.
Terror y zozobra vivieron los ciudadanos que no participaron de los disturbios, durante la noche del pasado miércoles y primeras horas de la madrugada del jueves, ya que los revolucionarios en lugar de gritar a toda voz que se respetaran los derechos fundamentales consagrados en la Constitución, realizaron en Bogotá manifestaciones intensas y cacerolazos violentos contra la Policía Nacional.
Las protestas por la muerte del estudiante de derecho e ingeniero Javier Ordoñez no solo agitaron el odio acumulado en multitudes agredidas, multadas o sermoneadas anteriormente por la Policía, sino, que terminaron con graves disturbios, no solo en distintos CAI de la ciudad, sino también, en bienes de uso público, vehículos particulares, busetas, semáforos.
Además, de los duros enfrentamientos entre varios manifestantes y agentes de la Policía quienes no mostraron ánimo de tregua, sino, que respondían también con violencia y disparos hacia los manifestantes dejando, hasta el momento, nueve personas fallecidas, en los violentos disturbios por la muerte inicua de Javier Ordóñez, este miércoles en Bogotá.
La alcaldesa de Bogotá, Claudia López se pronunció diciendo que, el jueves pasado, murieron siete personas en la ciudad. Con estos más los dos de Soacha que había informado la Policía más temprano, la cifra de fallecidos en el país se elevó a nueve.
Por otro lado, la Policía Nacional de Colombia informó que, hubo varios heridos y daños.
En total, con ocasión a los enfrentamientos se reportaron 30 policías heridos, 50 civiles heridos ingresados a hospitales por lesiones con objetos contundentes, 53 instalaciones policiales (CAI, estaciones) afectadas, 77 vehículos afectados. 25 buses de Transmilenio fueron vandalizados, 9 de los cuales fueron incendiados.
Ahora, si bien es cierto que el abuso de poder, exceso de fuerza policiva y atentado contra los derechos humanos de un inocente retenido como Javier Ordoñez causa indignación, no es motivo suficiente como para pretender destruir la ciudad.
No se gana nada con destruir bienes de uso público sin ningún fundamento más que por ociosidad o resentimiento.
La violencia solo genera más violencia. Existen más y mejores formas de protestar frente a las injusticias ocasionadas por servidores públicos, algunas de las cuales generan conciencia y producen, edifican o contribuyen a cambios radicales en la sociedad en razón a su ejemplar mensaje de concientización.
Finalmente, en mi humilde apreciación, hace falta más pedagogía sobre cultura ciudadanía a la población menos favorecida o vulnerable, más educación sobre valores humanos, especialmente la tolerancia.
Los jóvenes necesitan ser escuchados, no con gritos y vandalismo sino con campañas gubernamentales que promuevan beneficios educativos y sociales.
La Institución de Policía también requiere que su personal se aferre al lema de “proteger y servir” cumpliendo a cabalidad con sus funciones de ayudar, proteger y servir a la comunidad y mantener el orden público sin menoscabar los derechos individuales que le conciernen a toda persona Colombiana conforme a lo dispuesto en nuestra Constitución Política.
Como dijo alguien una vez: “salió la gente a protestar por un mejor país, pero demostraron que lo que necesita este país es mejor gente”.
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