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Córdoba y su complejo

El departamento de Córdoba a lo largo de su historia siempre se ha destacado por su riqueza cultural y mayormente por una música exquisita y especial llamada porro, de la cual en los últimos años ha sido referente de estudios producto de su altísimo contenido musical.

Pero, por alguna razón inexplicable este ritmo no logra tener el sitial que merecería, no goza de las prerrogativas que goza el vallenato, solo por mencionar uno de los que más escuchamos.

Los programadores de música de las emisoras FM endilgan el débil argumento de que “No es una música comercial” apartándose de un tajo de ordenamiento jurídico que establece porcentajes precisos para la difusión de música local.

Lo de que no es música comercial de algún modo ha acomplejado a verdaderos cultores no solo de la música si no del acervo cultural que nos identifica como territorio, y es que al igual que el sombrero vueltiao el porro es sinónimo de “Córdoba”, tenemos una idiosincrasia propia y gente del arte, por kilómetro cuadrado, elementos culturales y en los últimos tiempos hasta delincuentes de exportación.

Un buen día luego de varios años de letargo de políticas de impacto social en el departamento de Córdoba nació una frase que quedara en los anaqueles de la historia: “pasa la página”.

Por aquellos tiempos fueron muchas las ideas, propuestas y el gremio de la cultura no fue la excepción. Lleno de esperanza, Córdoba acudió masivamente a pasar la página, cuando eso sucede normalmente se ignora el contenido de la próxima página como evidentemente sucedió.

Para el año 2013 se discutió un proyecto por valor 13 mil 200 millones de pesos para lo cual se donó un lote de 5 hectáreas aproximadamente se visionaba un el complejo cultural que incluirá, además, auditorios para hacer convenios con universidades en el área musical y donde además podrían funcionar algunas dependencias de la administración.

Hoy por hoy, en lo único que se acertó de manera precisa fue en su nombre de “Complejo” sucedieron muchos errores alrededor de ello.

Lo primero es que le arrancaron a San Pelayo el festival que lo celebra históricamente desde el año 1977, y producto de ello trasladarse al escenario en medio del festival sí que es un verdadero complejo, muchos lo hacen de a pie con instrumentos al hombro, otros en mototaxis que aprovechan la ocasión para cobrar cifras mucho más altas de lo normal.

Tampoco le facilitó en nada la estadía a los músicos que participan de el certamen, quienes siguen instalados en casas de familia alquiladas y pagadas por administración.

San Pelayo se divide hoy claramente en dos fiestas aquella tradicional desde 1977 y la del nuevo escenario que comprende aproximadamente a un kilómetro y medio de distancia.

El complejo hace honor a su nombre es una tarima rodeada de pilas de balastro y una construcción al lado que no cumple función alguna.

En medio del certamen los músicos yacen tirados en la grama a un costado de la tarima porque, entre otras cosas, no han podido corregir el horror de entregar a las licoreras el poder absoluto de decidir quién se presenta y cómo será el certamen, no pensando en cultura si no en ingresos por concepto de boletería, asunto ampliamente discutido, pero, sin solución a la vista.

Ese mismo complejo que describo fue noticia por estos días tras haber sido declarado como ‘elefante blanco’ esta decisión fue tomada por la Contraloría luego que se hallaran aparentes fallas en la contratación y en la construcción de la obra que hace honor a su nombre, por su deterioro, además de ser evidente, se determinó que no es funcional ni sostenible.

Por consiguiente, se configura un posible detrimento por valor de $17.622.382.389 correspondiente a la obra y $33.413.395 por la interventoría, lo cual también es una complejidad.

Indica la denuncia del ente de control que no es funcional porque para lo que fue creado no se dio y menos sostenible, porque para que ello suceda debía generar un mínimo de utilidad social y de ingresos hoy por hoy en el San Pelayo de siempre se siguen generando los procesos culturales.

El festival tiene funcionalidad histórica y mayor afluencia, lo cual le da firmeza a lo expresado por la Contraloría, además, del apartheid mediático que el porro le ha tocado soportar hoy nos han dejado clarísimo por cuenta de no democratizar los procesos porque ese escenario es un verdadero complejo.


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