El Premio Nobel de Paz entregado al Programa Mundial de Alimentos (PMA) no le da el mérito a su labor como tal, sino a que ha trascendido las formas asistencialistas haciendo un esfuerzo para incorporar estrategias como “petróleo por alimentos” o “trabajo por alimentos” que recuerdan los orígenes de esta iniciativa de la ONU.
Así se refiere la profesora Sara del Castillo, del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), al galardón entregado a esta organización, al destacar que desde hace un tiempo el PMA hace un trabajo diferente al de las agencias de cooperación internacional en su quehacer de la erradicación del hambre.
El PMA recibió el Nobel por sus esfuerzos para reducir el hambre, por el personal que arriesga su vida para llevar ayuda a más de 100 millones de personas del planeta y por su compromiso de mitigar la pandemia.
El Comité del Nobel le otorgó este reconocimiento por sus iniciativas en la lucha contra el hambre y por haber impulsado los esfuerzos “para no convertir el hambre en un arma de guerra”.
Estimaciones del PMA indican que en 2019 había alrededor de 135 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria, y la cifra llegaría a 260 millones a final de 2020 por efecto de la Covid-19.
En torno a este galardón, la doctora Teresa Mosquera, de la UNAL, advierte que “la situación es preocupante, pues la pandemia ha recrudecido y ha dejado expuestas las brechas en pobreza, educación, tecnología y salud, lo cual se ve reflejado en la producción y el consumo de alimentos sanos. Se viene una situación compleja”.
Hambre en tiempos de Covid-19
La profesora Mosquera expone que hay estadísticas que muestran que gran parte de la fuerza laboral se pierde por desnutrición, y que existen graves problemas en el tejido social porque los niños menores de cinco años no reciben los alimentos necesarios.
“Cuando el Comité plantea que ‘hasta el día en que tengamos una vacuna médica, la comida es la mejor vacuna contra el caos’, yo diría que si la población tiene asegurado de alguna forma el mínimo vital puede enfrentar mejor la pandemia. Sin los campesinos que producen los alimentos estaríamos en un escenario aún más crítico”, subrayó la docente.
Mujeres, las más afectadas
La doctora Mosquera señala además que en crisis tan fuertes como la ocasionada por el nuevo coronavirus, quienes más sufren son las mujeres: “socialmente ellas son las encargadas de la familia, de llevar alimentos a la mesa, y en una situación tan cruda se necesita voluntad política para resolver deudas antiguas tanto con ellas como con el sector agrario”.
Durante 2019 el PMA ayudó a 97 millones de personas en 88 países, distribuyó 4,2 millones de toneladas métricas de alimentos y 2.100 millones de dólares en efectivo y cupones. Ese año en Colombia, por ejemplo, dio asistencia alimentaria a migrantes venezolanos, colombianos retornados y comunidades vulnerables de Arauca, Cesar, La Guajira, Norte de Santander y Nariño, priorizando a mujeres gestantes, lactantes y a menores de 5 años.
Trabajo conjunto
La organización del Nobel recalcó que el PMA adelanta programas necesarios para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y las metas pactadas para 2030.
La docente Mosquera indica que “la agenda de desarrollo sostenible es una orientación global de hacia dónde debemos movernos, cuáles son los desafíos compartidos de la humanidad, y en ese escenario es clave tener programas de cooperación internacional como los de la ONU”.
Sin embargo aclara que por encima de los programas se necesita la acción del Estado, especialmente en países en vías de desarrollo como Colombia, para acercar a las comunidades más vulnerables a la seguridad alimentaria y dar pasos cruciales hacia la equidad social.
La doctora Del Castillo explica que “el modelo en el cual debe ahondar el PMA es la posibilidad de generar independencia de los gobiernos de turno de los países donde trabaja, además de replantear las acciones para vincularse a las luchas territoriales y de las comunidades vulneradas para orientarse a la soberanía alimentaria”.
La profesora Mosquera argumenta que mientras no se aborden los problemas estructurales de pobreza y hambre será muy complicado lograr la paz en ciertas regiones del planeta, incluido Colombia.
“El porcentaje de inseguridad alimentaria en el país es de 54,2 %, lo que quiere decir que de cada 100 familias 54 sufren de hambre, eso es casi inconcebible para las capacidades y oportunidades de un país como Colombia; los campesinos son pobres, hay zonas olvidadas y eso ahonda las brechas”, concluye la docente.
Fuente: Agencia Unal
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