Análisis de la Reforma Tributaria
Con relación a la muy mencionada reforma tributaria y todas las vicisitudes que su contenido genera y la polémica que carga a cuestas, no es una tarea fácil para este gobierno dar rienda suelta a dicha reforma considerando el hecho de que, con el aumento de la base gravable en productos y servicios, personas que antes no pagaban impuestos, tendrán que pagarlos una vez entre en vigencia la reforma.
Para muestra de un botón, como dato histórico, muchas reformas de las finanzas públicas en Colombia las hicieron extranjeros, misiones como Kemmerer, Taylor, Musgrave y Bird-Wiesner (mixta), del Banco Mundial y el FMI y ahora de la Ocde refrenda los análisis y propuestas de Rosenbloom, Arnold, Owens y demás para, sin contar otras disposiciones atinentes, delinear la decimonovena reforma tributaria en 30 años aproximadamente.
Empezaremos diciendo los objetivos de esta reforma: con el objetivo de hacer frente gran endeudamiento producto de la pandemia del covid-19, se espera que Gobierno radique mañana una reforma tributaria con tinte social que buscará recaudar finalmente la ambiciosa cifra de $25 billones.
Hay que recordar que el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, aseguró en la presentación el Plan Financiero que su meta era llegar a 1,5% del PIB, es decir, unos $15 billones.
Uno de los puntos más polémicos es la posibilidad de ponerle IVA a más productos de la canasta familiar que hoy en día no están gravados. Por este rubro, el Gobierno esperaría recaudar entre $7 y $8 billones.
Adicionado a lo anterior, estaría sobre la mesa la devolución del IVA para que sean más de dos millones de familias las que reciben ese beneficio, tal y como lo recordó el presidente Iván Duque hace unos días.
El Mandatario también aseguró que el Ingreso Solidario se convertiría en un programa permanente y se ampliaría su cobertura, ojala así se cumpla y no sean promesas que se lleve el viento.
Claro que, para evadir confusiones y cadenas de desinformación el gobierno ha estado afinando algunos detalles para dar el estruendoso toque en materia legislativa.
No es un secreto para nadie que esta reforma llegará en momentos de mucha sensibilidad psicosocial y económica. La pandemia ha golpeado seriamente los ingresos de muchas familias, micro y medianas Empresas, por lo que se ha ido creando una cultura subsidiarista, por parte del Estado, en la que algunos grupos familiares de escasos recursos reciben bonos o ingresos solidarios en atención a la crisis económica que acecha.
También se han entregado canastas familiares y otras utilidades domesticas para el sostenimiento de familias vulnerables, entre tanto, se buscaba la manera de superar la crisis y de aumentar paulatinamente la vida productiva, ya sea mediante el trabajo remoto o teletrabajo y labores de emprendimiento y ventas por internet (marketing digital, diseños y anuncios web, etc).
No obstante algunos lo pueden mirar como una maniobra estratégica del Gobierno para solventar a los bancos y favorecer a la elite acomodada. Dicho tema es complejo y prefiero no explorar sobre el mismo.
Continuando con lo que nos atañe, el análisis de la reforma tributaria, es claro que el Gobierno no está pensando con claridad en los fines esenciales del Estado al no hallar formas de garantizar la prosperidad general y servir a la comunidad satisfaciendo sus necesidades básicas en estados de crisis o emergencia, en aras a que prevalezca el bien común y no los intereses personales, políticos, fiscales o económicos de unos cuantos.
Cabe decir además, que pese a que no hemos salido al cien por ciento de una pandemia que parecía interminable por el nivel de operatividad nefasto en cuanto a la distribución y suministro de vacunas como en las bases sólidas para mantener el control y orden públicos y tratar de salvaguardar a la ciudadanía e instarlas a que cumplan el distanciamiento selectivo inteligente o responsable.
Una responsabilidad que, por cierto, no se avizora por ningún municipio o Ciudad ya que los viajes y salidas a antros y zonas recreativas no se han hecho esperar, sin embargo, con la nueva reforma tributaria, si la pandemia no mermó las salidas desenfrenadas y parrandas sin los respectivos protocolos bioseguros, seguramente el gravamen del impuesto si lo hará.
El gobierno alega que hay que jugársela por la reforma, sí o sí, en atención a que ante la crisis económica generada por la antedicha pandemia, es supuestamente evidente la necesidad de incrementar los recursos, no solo a través de la optimización del gasto, sino de la incorporación de medidas estructurales que hagan sostenible la realización de los fines básicos del Estado.
Y es que es monumental el alto endeudamiento a raíz de una pandemia que hace un año parecía implacable y que aún genera dudas sobre su letal o pasiva magnitud en la salud.
Es impostergable, por tanto, garantizar la sostenibilidad de múltiples programas sociales creados por el gobierno para los más vulnerables y es responsable en todo caso, mejorar el modelo de recaudo general de impuestos para tapar los huecos fiscales que se han ido generando.
Por ultimo quiero resaltar una famosa frase que dijo una vez el filósofo Colofón: “El arte de gobernar generalmente consiste en despojar de la mayor cantidad posible de dinero a una clase de ciudadanos para transferirla a otra”.
La Ocde y el Gobierno Colombiano en cabeza de su mandatario, según la inecuación de 25 billones de pesos en garrote y una diminuta torrencialmente asonante, sacan con argucias de abajo y del medio para acarrear hacia lo más arriba, hacia los magnates, especialmente a sus amigos de la caballería política y banquera mostrándome en todo caso muy sutil en estos términos.