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 Estudios macondianos

Estudios macondianos

A propósito de la inauguración de una calle en Italia en honor al nobel colombiano Gabriel García Márquez, ubicada en el sector de Villa Borghese de la capital italiana, hecho por el que María Fernanda pierde su cabal y estalla de ira por no ser digno de tal distinción. Cuántos colombianos hemos escuchado hablar del célebre macondo sin a veces saber su origen, siendo este el pueblo ficticio descrito en las novelas Cien años de soledad, Los funerales de la mamá grande, La hojarasca, La mala hora, El coronel no tiene quien le escriba, obras de ‘Gabo’ a quien enviaron al infierno por cuenta de su proximidad a lo justo y lo real.

Colombia es un país tropical y lleno de muchos casos particulares que esta juventud moderna ha llamado colombianadas y que representan algunas cosas que solo pasan acá, como por ejemplo meter las pilas en el congelador de la nevera para recargar, colocar una mata de sábila detrás de la puerta por que da buena suerte, el 31 de diciembre le damos la vuelta a la manzana con una maleta porque así podremos viajar el año venidero, vainas que obviamente no tienen ningún fundamento científico, pura locura dirían los abuelos, pero es que este tipo de colombianadas no producen daño ninguno, más bien producen felicidad en quienes las practican y quienes las ven practicar.

Hace pocos días el país se estremeció con la historia de Martha Sepúlveda, diagnosticada con una enfermedad progresiva, degenerativa y que cobra relevancia. La mujer se iba a convertir el domingo pasado en la primera paciente no terminal en acceder a la eutanasia luego de que a través de la sentencia C-233 de 2021 la Sala Plena de la Corte Constitucional ampliara el derecho fundamental a morir dignamente (eutanasia) para aquellos pacientes que padezcan una enfermedad o lesión grave e incurable que les provoque intenso sufrimiento. Todo estaba listo, una misa, sus familiares e incluso Martha ya había apagado su celular y se desconectó de todo, pero como siempre a los colombianos nos sorprendieron, pues el sábado solo unas horas antes del día que ella había escogido para marcharse de este mundo, el Comité Científico Interdisciplinario para el Derecho a Morir con Dignidad “concluyó de manera unánime cancelar el procedimiento”.

Lo anterior fundamentado exactamente en el principio que tuvo el nobel para la creación de macondo, la “imaginación basada en una nota-entrevista que concedió quien fuera a morir”. Solo 7 horas antes expusieron en un escueto comunicado que “se revisó y analizó de nuevo de forma amplia y suficiente la solicitud”, pues “se define que no se cumple con el criterio de terminalidad como se había considerado en el primer comité”. A la señora no se le practicó un solo examen que condujera a tal conclusión, es decir “evidencia científica”.

Aquí se pudieron presentar distintos escenarios: se equivocaron terriblemente en un diagnóstico que la condujo a tomar una fatal decisión, o apareció cura o tratamiento para dicha enfermedad, o lo que todos aquí podemos ver con absoluta claridad que es que se le está negando el derecho, violando de manera flagrante un fallo de la corte.

Paradójicamente y contrario a la decisión de doña Martha, dos jóvenes en Tibú con muchísimas ganas de vivir resultan vilmente masacrados y a fecha de hoy no se sabe bajo qué condiciones y en manos de quien. Mientras que a doña Martha le impiden morir, a los jóvenes los obligan a dejar de vivir. 

Colombia está sumida entre el coronavirus y la improvisación demostrada frente a todos y cada uno de los sectores que se supone deben funcionar como un reloj para sacar al país de la crisis evidente en la que se encuentra, Macondo según la descripción de su autor es un lindo lugar  de calles polvorientas, caribeño con plantaciones bananeras, selvas, bosques, marañas de caminos, montañas, vientos de toda estirpe, árboles gigantes, animales pastando de la mano de Dios, casas y caserones de adobe con techos de paja o zinc sombreados por almendros de otro mundo y gente de pieles morenas bajo soles inclementes, lunas no siempre piadosas, pero todos despertados por la algarabía infinita de los pájaros.

Es una verdadera lástima que solo sea una ficción tal como los estudios que sustentaron la cancelación del derecho de doña Martha, por eso pedimos a todos los que allí pernotan haciendo estudios y emitiendo conceptos que esperen el bus de escaleras que sale de Macondo cada mañana para que los transporte a la realidad del país que, no aguanta más injusticias y canalladas frente a los derechos fundamentales, pues ya no se puede vivir en paz y por lo visto tampoco morir.

Elvis A. Guerra H.

El columnista Elvis Guerra, posee título de contador público y es especialista en gerencia pública. Además es músico y gestor cultural.

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