Cigarrillos electrónicos, una moda peligrosa
Por Sixto Canabal Flórez*
Fumar tabaco es peligroso para la salud. Es conocido por todos que esta práctica incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y provoca cáncer de pulmón, boca o laringe. Por ello, hace poco más de una década irrumpieron en el mercado, como un acosador silencioso, los cigarrillos electrónicos, que son pequeños artefactos (poco más grande que un bolígrafo o un frasquito de veneno) que se utilizan para fumar y que funcionan con baterías. Muchos argumentan que estos son más seguros que los cigarrillos comunes y que pueden ser utilizados para ayudar a la gente a dejar de fumar. Mientras que a la acción de la combustión del tabaco en los cigarrillos tradicionales se le conoce como fumar, el término contradictorio para el uso de un cigarrillo electrónico se conoce como “vapear”.
Digo contradictorio porque aunque el usuario crea que inhala vapor, esto no es completamente cierto; entendemos por vapor una sustancia que pasa de estado líquido a gaseoso, y lo que el consumidor absorbe cuando “vapea” es aerosol que, según la química, es “la suspensión de partículas sólidas o líquidas muy finas en un gas”. Dichas partículas contienen varias sustancias químicas como aromatizantes, saborizantes y, en la mayoría de los casos, nicotina, que es una sustancia psicoactiva que genera casi todos los problemas de salud causados por el tabaco; de hecho, es mayor la cantidad de nicotina que se inhala al vapear, que al fumar.
Sin embargo, algunos cigarrillos electrónicos no poseen nicotina, argumento que aprovechan algunos consumidores para demostrar que son inofensivos y no atentan contra la salud; además, piensan que los cigarrillos electrónicos son más seguros que los cigarrillos comunes y que pueden ser utilizados para ayudar a la gente a dejar de fumar. Pues no, en primer lugar porque al tener mucha más carga de nicotina la adicción a vapear será mayor, es decir, que estaríamos reemplazando un vicio por otro; y en segundo lugar, aunque no posean nicotina todos tienen compuestos químicos potencialmente dañinos como cromo, níquel, plomo e increíblemente hasta arsénico, que a la larga son causantes de prácticamente las mismas enfermedades que genera el consumo de tabaco, además de limitar las capacidades motrices y cognitivas del individuo.
Por lo anterior, hay una relación intrínseca, como una simbiosis, entre el consumo del uno y del otro. Increíblemente nuestra sociedad siempre tiende a lanzarse por el precipicio de la autodestrucción y la aniquilación total. Los consumidores, especialmente los más jóvenes, se dejan arrastrar al caudal embravecido de la moda, del encajar en la sociedad, y acceden al consumo frenético para no ser rechazados por su grupo de amigos.
Hace días leía un artículo de Suzanne Collins, escritora y guionista estadounidense, creadora de la famosa trilogía de Los juegos del hambre, y en alguna de sus reflexiones originales dejó un epígrafe que resume la conducta humana: “Somos seres inconstantes y estúpidos con mala memoria y un don para la autodestrucción”. Ya lo había anticipado Honoré de Balzac, y lo confirma Collins, la humanidad, la especie más invasiva que haya tenido ecosistema alguno, se empuja sola a la destrucción.
En suma, es nuestro deber como ciudadanía alertar a la comunidad, crear conciencia en escuelas y nuestros hogares del riesgo que estos cigarrillos electrónicos pueden causar a la salud a largo plazo, pues como toda sustancia dañina, es paciente, se agazapa como un depredador y espera con calma y cautela a su víctima. Hiberna, llega sin hacer ruido y lentamente te va enmarañando en su telaraña, te acecha hasta que toma el control; por último, cuando ya no le eres útil como huésped, entonces ataca. Por eso, aunque aún faltan más estudios para analizar los efectos a largo plazo de esta nueva práctica nociva que los jóvenes han hecho moda, no cabe duda de que los resultados no serán nada alentadores, pues el consumo de cigarrillos electrónicos no hace más que aumentar a pasos agigantados, involucrando incluso a adolescentes.
*Licenciado en lengua castellana y español y literatura, amante de las letras y la escritura. Actualmente labora como docente de lectura crítica.