En los últimos tiempos, la política en Córdoba ha perdido su brújula moral, ahogada por un discurso venenoso de odio y resentimiento.
En lugar de presentar soluciones concretas a los problemas que afectan a nuestras comunidades más vulnerables, la preferencia parece ser atacar a oponentes y desacreditar la institucionalidad.
La retórica de revanchismo se ha vuelto moneda corriente, eclipsando cualquier intento de diálogo constructivo. Este clima tóxico se agrava aún más con propuestas populistas que carecen de fundamentos técnicos y principios sólidos.
La promesa de crear una facultad de medicina en seis meses, sin considerar los protocolos necesarios, o la idea de modificar la constitución para otorgar a los Gobernadores funciones de delegados presidenciales regionales son ejemplos claros de un pensamiento irresponsable.
Los ciudadanos merecen líderes que sean transparentes, coherentes y comprometidos con el bienestar común. Las propuestas deben ser el resultado de un análisis serio y profundo de la realidad, respaldado por una ideología que no se base en el odio y el rencor hacia la institucionalidad o hacia otros candidatos.
La democracia solo puede prosperar cuando se fomenta un discurso político basado en el respeto mutuo, la cooperación y la búsqueda de soluciones efectivas.
Es hora de que los ciudadanos exijan un cambio en el tono de la política en Córdoba y se nieguen a aceptar la toxicidad como la norma.
Nuestra sociedad merece líderes que trabajen juntos para construir un futuro mejor, en lugar de dividirse en una espiral de odio y resentimiento.