Por Eliécer Doria Ferrer
¿Quién le teme a Gustavo Bolívar?
No se queda en la comodidad de su vida privada.
Hace un breve alto en el camino de su trabajo “parlamentario” para poner en orden sus actividades de escritor y empresario. Empresario y creador de sus guiones dramáticos y de producciones literarias mediante las cuales visibiliza, evidencia y denuncia con amplia libertad las lacras de la sociedad contemporánea.
Gustavo Bolívar no es de aquellos que se retiran a la vida privada para sentarse cómodamente en una terraza para ver con el pasar de los días, ese “cadáver” que es la clase política corrupta, criminal y brutal que ha dominado a nuestro país durante los últimos doscientos años. El cadáver de la corrupción.
A ese “Establecimiento” -desde su activismo político y social- Bolívar le ha pronosticado que no podrá retornar al poder gubernamental en el 2026 como tercamente pretenden en contravía de las leyes de la historia. Y que adicionalmente su poder en otras esferas de lo público afortunadamente se desmorona día a día y esto gracias a las acciones de protesta y denuncia de la población y la denodada actividad del conjunto de las organizaciones sociales en su más amplio e incluyente espectro colectivo.
No hay que equivocarse con el estratégico reposo del guerrero.
En los videos de fin de año que GUSTAVO BOLÍVAR emitió por sus redes sociales, hizo y mostró una emotiva y comprensible concesión a sus seres queridos, al asegurarle a su señora madre, lo que Jesús -el hijo del Carpintero-, seguramente le aseguró en privado a María, su Santísima Madre: “Me retiro del Senado para no permitir que sufras viéndome crucificado a punta de calumnias temerarias y sistemáticas”. Ya todos sabemos de donde provienen estas infamias y el nefasto objetivo que las acompañan.
Jesús el Nazareno, hijo de un humilde carpintero, era un hombre acusador, combatiente y combativo. En plena época en que imperaba la esclavitud y en la que Judea, su patria chica, estaba sometida al imperialismo romano, él se atrevió a predicar que todos los hombres eran iguales, que como tales debían ser tratados a los ojos de Dios y de los hombres y que nadie estaba autorizado para tirar la primera piedra contra los humildes, contra los oprimidos ni contra ninguna persona de contradicha condición.
También les habló a los feligreses y a todos aquellos que encontró es sus recorridos -sin discriminación alguna- de justicia, de equidad, de dignidad y de amor por el prójimo. Y fue escuchado por muchos y gracias a sus palabras y al estar al lado de los más desfavorecidos sus palabras resonaron y causaron preocupación, molestia e irritación en el “establecimiento” de la época. Como ahora lo hizo Gustavo Bolívar, Jesús se esmeraba en privado, y también públicamente, en no involucrar a su madre, también conocida como “La Dolorosa”, en ese, su accionar espiritual, político e inequívocamente revolucionario.
Gustavo Bolívar Moreno es un hombre de su tiempo y su contexto, toma las cosas en serio y con compromiso absoluto. Está profundamente convencido de que la transformación democrática colombiana, sin armas y sin violencia, es un imperativo histórico y no da tregua. Que, para lograr tal ideario en lo posible es necesario ir mucho más allá de las simples alianzas y de las necesarias concesiones en las que se encuentra avocado el primer gobierno del Pacto Histórico liderado por el presidente Gustavo Petro Urrego.
Gustavo Bolívar Moreno sabe que, al triunfo electoral del Pacto Histórico en el año 2022, a pesar de los inmensos y loables esfuerzos de muchos y las tremendas dificultades y escollos que se afrontaron, le faltó pueblo y le sobraron oportunistas. Los oportunistas de siempre, los militantes impenitentes del “Partido del Presupuesto Nacional”.
Mucho se logró evitando que la caverna y sus retardatarios lacayos -en contubernio con oscuras fuerzas internacionales-, asesinaran al candidato presidencial Gustavo Petro Urrego, tal y como lo hicieron antes con los siete candidatos presidenciales progresistas que lo antecedieron.
El ascenso a la presidencia de la República de un líder de la izquierda democrática y el progresismo no es garantía suficiente para transformar y consolidar sustancialmente los espacios sociales, democráticos e institucionales que reclama la nación. No se puede ir demasiado lejos cuando pragmáticamente resulta indispensable e imperativo en pro de la gobernabilidad, hacerle concesiones a esos aliados que simplemente son oportunistas y funcionales a sus intereses particulares, y que adolecen de un auténtico compromiso para con los ideales de la paz y del progreso para toda la comunidad de ciudadanos de nuestro país.
Por ello y por otras respetables razones, Gustavo Bolívar Moreno por estos días da un grito de independencia cediendo su curul, procura recuperar más autonomía crítica y enriquecer su visión y accionar, que este nuevo recorrido le permita reconocer lo positivo y sin ataduras, a la vez ser propositivo en lo pertinente e implacable contra los palos en la rueda que se le atraviesen a los programas y lineamientos en marcha del Gobierno del Pacto Histórico.
Este un gesto plausible y propio de su estirpe, en un país en el cual la gran mayoría de los congresistas se han caracterizado por pretender conservar y perpetuar la curul como si esta fuese patrimonio o negocio personal y familiar vitalicio.
Gustavo Bolívar Moreno contribuyó de manera decisiva y determinante a la conformación de alianzas creativas con todos los sectores progresistas y al triunfo del Pacto Histórico.
No es enemigo de las alianzas estratégicas entre las tendencias que marchan por el mismo camino. Repudia y combate las alianzas y concesiones con los oportunistas aunque comprenda circunstanciales y transitorias conveniencias.
También se convirtió en la voz de muchos, de esos que mal llaman “los nadies”, de aquellos a quienes jamás escuchan, fue así mismo un interlocutor serio y comprometido, jamás se quedó en su zona de confort y lo demostró en su accionar permanente al lado de los pobladores de muchos rincones de la patria.
La lista cerrada que encabezó de candidatos para ocupar una curul en el Senado de la República obtuvo cerca de tres millones de votos. La consecuencia lógica de esta elevada votación suponía que fuese aclamado como presidente de tan alta corporación legislativa. Pero generosamente declinó el honor, no se tomó la elevada votación como algo personal. Por eso dio un paso al costado para ser consecuente con las alianzas y las concesiones creativas que reclama el accionar de toda coalición de las fuerzas políticas que componen al nuevo gobierno. Todo un gesto de nobleza e hidalguía no siempre percibido en su dimensión ni valorado por los protagonistas y los críticos de los quehaceres políticos.
La posición que más se adapta a su espíritu de guerrero es la de tropero en el área de la artillería pesada. A veces aparece como incoherente porque la realidad es incoherente, determinante y prevalente. Pero jamás sin apartarse de los principios, valores e idearios que inspiran su pensamiento, carácter y personalidad.
Los precandidatos presidenciales que tanto le temen, como el lánguido profesor Sergio Fajardo, o como el “Neo-Uribito” Miguel Uribe Turbay están desconcertados montando contra él epítetos temerarios e impostando virulencias que muestran más su desconcierto, incapacidad y precariedad ideológica que una seria y sana controversia con un potente contradictor. A Gustavo Bolívar también le temen todos los partidarios del crimen y brutalidad en todas sus vertientes y expresiones, los que votaron por el “No” a los acuerdos de Paz con las FARC-EP y que hoy manejan funestas bodegas digitales desde donde le lanzan anónimos y cobardes improperios porque creen que con ello podrán cerrarle el camino. Esos que pretenden desfibrilar los nacientes y nuevos acuerdos de paz y quieren a toda costa poner a marchar en reversa la historia de esta nación. Esta nueva historia no tiene reversa, hoy está empujada por los ímpetus y sueños de la juventud y por la direccionalidad, pujanza y entrega de nuevos líderes que le darán mayor contenido, alcance, estabilidad y desarrollo al proceso de cambio liderado por el presidente Gustavo Petro Urrego.
Los malquerientes de Gustavo Bolívar desde todas las alcantarillas y cloacas lo denuncian temerariamente porque pretenden aprestigiarse con ello, otros lo señalan como carente de preparación y falto de experiencia para ocupar -eventualmente- cargos como los de la Alcaldía del Distrito Capital o como el de presidente de la República. Se equivocan. Lo mismo se dijo a comienzos del primer milenio de nuestra era del emperador romano Claudio, despreciado por muchos, pero quien era un hombre de elevada cultura y demostró ser un líder inteligente, sagaz y un excelente gobernante; en el siglo XX se dijo lo mismo de Nelson Mandela, por ser negro y por haber pasado gran parte de su vida como convaleciente de largos carcelazos que sobrepasaron las dos décadas.
Mas cerca de nosotros, lo mismo se decía de Luis Ignacio Lula Da Silva, el obrero metalúrgico, el mesurado líder sindical. Y ahí lo tenemos de nuevo, sus ejecutorias lo han llevado clamorosamente por tercera vez a la presidencia de la hermana República Federativa del Brasil. Respetado en el mundo entero por su cultura, su liderazgo y su idoneidad para gobernar impulsando el desarrollo del más grande de los países de Suramérica.
Caso aparte y fuera de serie el del exguerrillero tupamaro José “Pepe” Mujica, que genera consensos encima del bien y del mal y ejemplo universal de modestia, grandeza y calidad humana.
Reconocer los conocimientos, habilidades y destrezas que califican a Gustavo Bolívar como uno de los grandes líderes con los que hoy cuenta Colombia, no es ninguna apreciación gratuita. Su militancia en la actividad política se remonta a más de cuarenta años cuando la muchachada de la Secretaría de Juventudes del Partido Liberal viró hacia el nuevo Liberalismo y, después del asesinato de Luis Carlos Galán, hacia la candidatura presidencial de Enrique Parejo González, dentro de cuya campaña fundó y dirigió el periódico AGENDA desde donde exponía la necesidad de una Reforma Política en la que se crearan espacios para inaugurar en Colombia una nueva forma de hacer política, y desde la cual los partidos interpretaran y sirvieran a las necesidades fundamentales del pueblo colombiano. Tal es el preludio del CAMBIO que ahora se ha puesto en marcha.
En el nuevo milenio y en los prolegómenos de la campaña presidencial encarnados en las protestas sociales, Gustavo Bolívar lideró la gesta y ayuda humanística que requerían la impetuosa juventud colombiana sedienta de justicia, delirante de sueños y esperanzas a quienes el Estado castigador les respondió quitándoles los ojos, dándoles palizas, encarcelándolos y obligándolos a que incurrieran en el delito político de rebelión, calificándolo para su acomodo y para escarnio de la justicia y de la historia, como delitos de terrorismo, concierto para delinquir y otros, con el oprobioso objetivo de mantenerlos encarcelados indefinidamente como suele suceder en los regímenes despóticos y dictatoriales. Con esta afirmación no se hace la apología de daños en los bienes públicos ni de otros delitos atribuibles válidamente a los manifestantes y, más específicamente a los grupos delictivos que siempre se infiltran y que deben ser severamente sancionados. Ello no es ni puede ser óbice para desconocer la relevancia eminentemente política de las legítimas protestas sociales.
En la campaña presidencial propiamente, Gustavo Bolívar fue uno de los pocos y verdaderos “organizadores de la victoria”, coordinando y facilitando los acuerdos y las concesiones que fueron válidas y plausibles respecto a quienes participaron como genuinos aliados estratégicos para lograr el triunfo y la consolidación de una nueva causa. En otros acuerdos no participó por considerarlos inaceptables respecto a con quienes se surtieron, en estas estuvieron involucrados ellos, los mercachifles y barones electorales, los oportunistas miembros del partido del “presupuesto nacional”, los traidores tradicionales de sus propios partidos, todos ellos inexorablemente son traidores futuros de quienes con ellos realicen nuevas alianzas. Este sector de la política es el que merece el repudio del pueblo colombiano sin consideración a jerarquías.
Gustavo Bolívar, más adelante, ya desde la presidencia de la Comisión Tercera del Senado hizo un despliegue de actividades y labor que dan cuenta de su capacidad para estructurar y sustentar las políticas públicas que debe adoptar un Estado laico, social y democrático de derechos en su ruta hacia la construcción de la paz y a un nuevo modelo de desarrollo social y económico para el país. Allí lo vimos liderando la primera Reforma Tributaria consensuada para organizar la economía nacional con el concurso de empresarios, inversionistas y con todos los sectores productivos de la sociedad. Después trasegó proyectos de ley orientados a la protección de los periodistas, a la estructuración responsable de la regulación del uso adulto del cannabis.
Así mismo batalló denodadamente por la rebaja de la remuneración de los congresistas por considerarla obscena y ultrajante frente a la remuneración general de los asalariados y de quienes viven del “rebusque”, sustentó y trabajó en equipo los conceptos fundamentales que justifican la prohibición del fracking, impulsó la creación de programas orientados a revolucionar la producción agropecuaria del país en respaldo y complemento a la labor de la ministra de agricultura Cecilia López Montaño , tales como la agropecoelogía, que incluye la protección a los polinizadores sin aguijón para la producción nacional de alimentos sanos. Expuso con visión de estadista las razones de Estado -valga la redundancia- para aprobar una ley que prohíba la criminalización de las protestas e indulte a quienes ejercen el derecho fundamental a la protesta social involucrándolas en la conducta tipificante del delito político de rebelión, aunque su conducta, por razones también de carácter sesgadamente político, suelan ser calificadas de delitos comunes contra los bienes sociales jurídicamente protegidos por el código penal.
De manera paralela, como trabajador incansable que jamás faltó injustificadamente a una de las sesiones del Senado, el combativo senador Gustavo Bolívar coordinó las actividades de control político para desmontar candidaturas, como las que el gobierno anterior instrumentalizó para la Contraloría General de la República, actividad en la cual se destacaron sus habilidades y destrezas de aguerrido político para realizar el control político poniendo al descubierto los entramados perversos de la corrupción en dicha institución y en otras instancias públicas. Todo ello sin abandonar su programa de concientización política y de diálogo constante mediante la realización de conferencias y foros en más de cien municipios de esa Colombia profunda que ha permanecido al margen de la historia y de la civilización y a la que hay que ubicar en la Colombia del Siglo XXI a través del Ministerio de Igualdad y Equidad, proyecto del cual fue un entusiasta abanderado e impulsador.
Y respecto a lo que ha considerado como una de las necesidades más imperativas del país: La REFORMA POLITICA a la cual ha realizado importantes aportes con el fin supremo de superar los vicios estructurales que la clase política hasta ahora dominante le ha incrustado al sistema electoral y al funcionamiento de los partidos y movimientos políticos. Ha propendido decididamente por un sistema electoral transparente, técnicamente estructurado y por el funcionamiento regulado y transparente de los partidos políticos, obligando con ello a garantizar la participación efectiva de sus integrantes y la práctica de la democracia interna y participativa en los mismos, eliminando así las hipótesis y especulaciones temerarias de fraude procesal que suelen esgrimir los malos perdedores y potencializando la participación ciudadana en los partidos y movimientos políticos en el entendido de que estos no podrán funcionar como “empresa privada electoral” de ningún cacique o barón regional o nacional, sino como organismos que interpretan, sirven y representan democráticamente las aspiraciones de los diferentes sectores de la sociedad sin distingo ideológico, étnico, territorial, credo o condición de género.
Es todo un balance de realizaciones que no dejan lugar a dudas sobre la capacidad, el talante y la idoneidad del escritor y ex senador Gustavo Bolívar como hombre de Estado. Las reformas laborales y al sistema de seguridad social en salud y pensiones fueron preocupaciones prevalentes de Gustavo Bolívar por las que seguirá abogando de la mano del pueblo, ahora desde las plazas públicas de Colombia liderando las más sentidas aspiraciones populares sobre estas materias.
Al concluir su gestión parlamentaria del año 2022, Gustavo Bolívar anunció a los colombianos que haría un alto en el camino, renunciando a la curul para darle paso a otro líder del Pacto Histórico, y para poner en orden sus asuntos familiares, y los de carácter particular relacionados con su inalienable condición de guionista, escritor y empresario de sus producciones culturales.
Eso sí, prometiendo solemnemente a sus compatriotas retornar para continuar liderando a partir del 2023 la continuidad del Movimiento de Transformación Democrática de Colombia, desde otros escenarios, y sin las ataduras e impedimentos que impone la investidura de congresista, desde la cual no puede simultáneamente ser bancada de gobierno y crítico franco y directo de algunos sectores de gobierno y de la bancada misma.
Y es dentro de este contexto donde más resplandece su designio de Estadista, emulando el juramento que hizo su ancestro Simón De la Santísima Trinidad en el Monte Aventino; prometió a sus compatriotas, trabajar y luchar sin tregua a partir del 2023 desde otros escenarios y sin ataduras convencionales para asegurar que la TRANSFORMACION DEMOCRATICA DE COLOMBIA no caiga en el vacío ni se convierta en un sueño abandonado al culminar el periodo del presidente Gustavo Petro Urrego.
Parecería que Gustavo Bolívar Moreno recogiera ahora los idearios del Centralismo Democrático que alejaron a León Trotsky de Joseph Stalin y su verticalismo autoritario; la inteligencia y la sabiduría prudente de Camilo Cienfuegos y el carácter y la personalidad de aquel Ernesto Guevara de La Serna, que abandonó la comodidad del Ministerio de Industrias de Cuba para inmolarse por la Liberación de todos los pueblos de América y del África colonial.
Se percibe que con inteligencia y visión meridiana estuviese haciendo un recorrido reflexivo por los senderos de “El otoño del patriarca”. Que ve con retrovisor agudo y observa a Simón de la Santísima Trinidad reducido a la condición de “longanizo” como consecuencia de haberle hecho concesiones a los corruptos de la época, es decir, al grueso de “próceres de la independencia nacional” y que con el argumento de que prefería generosa y modestamente el título de Ciudadano al de Libertador, y por tal razón y otras deplorables y gravísimas acciones de dichos próceres y sus descendientes y delfines se materializara vergonzosamente la prolongación de la esclavitud y la servidumbre, la de las violencias y vicios coloniales, las de la corrupción naciente y que dieron pie a una fallida Gran Colombia y a que las camarillas regionales la descuartizaran y dieran pie a republiquetas serviles a los diferentes imperios con su saqueo y expoliación a bordo y que a duras penas en pasadas décadas ya empiezan a parecer algo así como lo que denominamos Naciones con mayúsculas.
Ausculta más recientemente a un Jorge Eliécer Gaitán, asesinado sin dejar un partido político organizado que continuara con las banderas de la regeneración democrática y un liberalismo radical del lado de los pobres, ve a un Luis Carlos Galán Sarmiento haciéndole concesiones a los barones electorales por conducto del manejador de éstos César Gaviria Trujillo, lo que por eso y otros accidentes históricos lo catapultó gracias a la muerte del líder asesinado a la presidencia de Colombia, y que desde dichos tiempos y al día de hoy, el personaje en cuestión se ha convertido en uno de los más prominentes operadores electorales y electoreros del país.
También ve, con profunda preocupación, que el líder Gustavo Petro Urrego, con criterio democrático, pero bajo el apremio de las circunstancias -en las cuales no se le puede exigir conducta diferente a la que ha adoptado-, se encuentre precisado cada día a hacer concesiones, no a sus aliados auténticos, sino a quienes de alguna manera no merecen la confianza del país por haber tenido compromisos, por acción o por omisión, con el saqueo del país, con los crímenes y con la brutalidad que han caracterizado a la casta política dominante de este país rico en naturaleza, rico en material humano, pero convertido en un “esqueleto espiritual” por el genocidio que llevó a la tumba a 5.733 líderes alineados con los idearios de la Unión Patriótica, a 6.402 jóvenes inocentes a los que a través de una política de Estado de esos años -denominada por los violentólogos Falsos Positivos, pero que son crímenes de Estado- se les cercenó el derecho de sonreír y de soñar.
Eso sin contar los millones de desplazados, los cientos de miles de desaparecidos y los miles de exiliados que esas “políticas” han generado en nuestro país anegándolo de sangre y horror y lo peor de todo que muchos de los responsables de todo esto siguen campantes por ahí. En fin, Gustavo Bolívar Moreno se sintió impotente desde el Senado respecto a muchas de sus visiones, posturas e ideario, sabe que desde allí no le era posible impedir y ser al menos veedor de las concesiones del Gobierno a personajes comprometidos con quienes convirtieron a Colombia en “Una tierra enferma que donde se le pone el dedo brota pus”.
Respecto a los representantes de esos sectores, Gustavo Bolívar no cede. Considera que se les debe combatir y que la verdad prima sobre todas las cosas. Sabe que ello conlleva ejercer una oposición patriótica, no al estadista Gustavo Petro y todos aquellos que sanamente lo acompañan y trabajan con él, sino una posición vigilante con determinados miembros de su Gobierno. Y caería en la inconsecuencia, manteniéndose en la bancada de gobierno y, simultáneamente realizando tal tipo de oposición a dichos sectores. José Martí, poeta, escritor y apóstol de la Independencia Nacional de Cuba, predicaba: “Conozco al monstruo porque he vivido en sus entrañas. Sé que con un poco de luz en la frente no se puede vivir donde hay tiranos e injusticias”. El escritor y guionista piensa lo mismo.
Conoce todo lo que se mueve en el Congreso porque ha vivido en sus entrañas. Está convencido de que Colombia se debe transformar democráticamente de verdad y a profundidad, sin morir en el intento. Cree que esa Transformación Democrática es la misma en la que han creído y por la cual han luchado los liberales libres y radicales y los libre pensadores, progresistas y verdaderos demócratas de la Colombia de ayer, de hoy y de mañana. No deja de recordar y abrevar del ejemplo y legado de José María Melo, Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, José Antonio Galán y muchos más. Defender esas causas es un honor muy grande para él. Un honor que cuesta el sacrificio de renunciar a su investidura. Desconocer la podredumbre no puede ni quiere quedarse mirando para otro lado, para no coexistir servil y cobardemente con ella, ya que esta es la mayor vergüenza a la que puede exponerse un ciudadano de bien como él.
Gustavo Bolívar, hombre de profundas convicciones, le ha dado su franca opinión al líder indiscutible de la nueva Colombia: el presidente Gustavo Petro Urrego, a quien admira, respeta y a quien no abandonará nunca, eso queda claro, lo advierte con vehemencia y compromiso. Y el presidente lo comprende, lo respeta y lo estimula reconociendo sus capacidades, proyecciones y las posibilidades alternas y complementarias del movimiento de transformación democrática de Colombia.
Nosotros de nuestra parte nos atrevemos a creer, desplazando y adecuando las ideas plasmadas en la carta de despedida del argentino Ernesto Guevara, que el contenido y alcance de la renuncia que a su investidura de senador ha hecho Gustavo Bolívar, bien podríamos interpretarla, entenderla y reescribirla ficcionalmente así:
“Hago formal renuncia de mi investidura de Senador, y de las ataduras que generan impedimentos. Retomo mi condición de LIBERAL y DEMÓCRATA LIBRE, autónomo e independiente a la cual estoy ligado por lazos que no se pueden romper con la facilidad con la que sí puedo romper el lazo limitante de la investidura de congresista o de funcionario del Estado. Creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para dar inicio a la Transformación Democrática de Colombia, sin armas y sin violencia, donde la Paz sea la única soberana de sus habitantes. Mi única falta de alguna gravedad consiste en desconfiar de los “nuevos mejores amigos” que en el Pacto Histórico se han tenido que aceptar como compañeros de viaje y que seguramente se estarán bajando del bus y abandonándolo cuando se llegue el momento de empujarlo. Quienes han vivido de la traición seguirán siendo traidores hasta de su propia madre. Y nuestro deber es combatirlos por los cuatro vientos. Respeto, admiró y seguiré apoyando las realizaciones del presidente Petro, por sus cualidades pragmáticas de gran timonel transicional de la transformación profunda de Colombia que se ha iniciado con el primer triunfo del Pacto Histórico. He vivido días magníficos sintiendo el orgullo de interpretar, desarrollar y aplicar el pensamiento del líder Gustavo Petro, particularmente en los días vibrantes de las manifestaciones y de las protestas de la juventud y de todos los estamentos que reclamaban y reclaman los cambios transformadores de la Nación colombiana.
Pocas veces brilló tan alto un estadista como cuando Gustavo Petro Urrego, al proclamar su triunfo presidencial derribó el mito de las estigmatizaciones para convocar al perdón social, a la paz social y a la organización de la macroeconomía colombiana para que sea posible el desarrollo humano, social y político en un ambiente de convivencia y respeto entre quienes necesariamente siempre tendremos pensamientos diferentes, pero patrióticamente creativos. Pero hoy más que nunca resuenan en los aires del mundo los clamorosos llamados del Papa Francisco cuando en su visita a Colombia convocó a los líderes para que no se limiten a realizar cambios “POR “el Pueblo. Porque lo que es imperativo y prevalente es que los cambios se hagan “CON” el Pueblo y para el Pueblo, incluidos los líderes de la producción de bienes y servicios que propugnan por la creación de una clase comprometida con la responsabilidad social empresarial.
Yo puedo hacer lo que le está negado hacer en estos momentos al presidente Gustavo Petro: organizar las Fuerzas Populares Progresistas en un Nuevo Partido Nacional para que en las próximas elecciones conquistemos electoralmente el mayor número de concejos municipales, asambleas departamentales, alcaldías y gobernaciones, creando así las condiciones para elegir, con más de veinte millones de votos, a quien deba ser el continuador de las Políticas Públicas Nacionales e Internacionales del Estado a partir del año 2026.
Sépase que la renuncia a mi investidura de Senador, la hago con una mezcla de alegría, dolor y emoción. En el Senado dejo mis más puras esperanzas de constructor y a los más cercanos y queridos aliados y colaboradores que nunca me abandonan, siempre están conmigo, y de quienes solo espero su comprensión y la continuidad de su acompañamiento en las nuevas batallas que, luego de una pausa necesaria para poner en orden los asuntos personales y familiares, se reactivaran con todo el vigor y con la pujanza que nos han caracterizado.
No reconozco ni reconoceré enemigos a la izquierda del centro ni dentro de los aliados honestos del Pacto histórico. Abandono la comodidad de la curul para lanzarme al fragor de la batalla que continúa el pueblo desde las calles y plazas públicas de Colombia. Me lanzo al ruedo de la contienda. Esperaré allí a quienes han pretendido lapidarme moralmente, hollando mi reputación y mi honor, para refutarlos con nobleza, sin ataduras ni impedimentos y con demoledora contundencia, por los medios legales a mi alcance, y para combatirlos de la misma manera si hubiere lugar a ello. Mi pluma será mucho más peligrosa que la espada y no tendré que morderme la lengua para gritar las verdades ante el mundo entero.
De ahora en adelante, desde la tribuna académica, desde las denuncias que emanen de mis guiones y producciones literarias, pero, sobre todo, desde todas las plazas públicas y desde todas las veredas de la Colombia profunda, GUSTAVO BOLÍVAR MORENO, como lo ha venido haciendo, seguirá animando la chispa que avivará la llama luminosa de la transformación que consolidará para siempre a la nación colombiana en los escenarios del Siglo XXI.