En la historia del Festival de la Leyenda Vallenata ha sido el único acordeonero que después de alcanzar la corona en el año 1976, y volver a aspirar a la segunda fue declarado Fuera de Concurso
Después de estar en su casa ubicada en el barrio Altos de Garupal de Valledupar, el Rey Vallenato del año 1976 Náfer Santiago Durán Díaz, ante la pandemia que se presenta decidió partir para su tierra El Paso, Cesar, donde dice sentirse más seguro y tranquilo.
Entre los argumentos presentados está su largo encierro o aislamiento y que la casa le parecía “una caja de fósforos”.
Cuando él se asomaba con cuidado a la puerta notaba que la soledad era la reina, y el silencio tenía el mayor espacio para recrearse. También miraba las hojas secas de los arboles tristes, que no había esas carreras para ir de un lado a otro, pero el dolor caminaba más rápido que nunca y pocos se atrevían a detenerlo.
Entonces con toda la calma se dedicó al oficio de amarrar las nostalgias con el hilo invisible del ayer para que de inmediato aparecieran miles de recuerdos, casi todos enmarcados en la banda sonora de su acordeón.
En ese recorrido del pensamiento sabía que las ilusiones eran frágiles y las horas se perdían sin siquiera saludar a los minutos. Sus conclusiones las enfocaba a la esperanza, esa misma que se está hundiendo y la tabla de salvación no llega.
La casa lo ponía inquieto y las reflexiones de ‘Naferito’, ahora el líder de esa gran dinastía, eran profundas analizando las pérdidas de vidas teniendo las alegrías ocultas debido a la convulsión del mundo.
“He escuchado con calma de esta tragedia que se ha llevado a miles de personas, algo nunca visto en nuestros tiempos, pero Dios en su misericordia tendrá compasión de nosotros”.
Al decir estas palabras señaló que desde hace algún tiempo asiste a una iglesia cristiana y sus cantos ahora los dedica al Altísimo.
Se le pide que cante una de esas canciones y de inmediato toma su acordeón y presenta la nueva realidad de su pensamiento pasando de ‘Sin ti’, ‘La grabadora’, ‘El chanchullito’, ‘Déjala vení’, ‘La chimichaguera’, ‘El estanquill’’, ‘La zoológica’, ‘El rezo’ y ‘Teresita’, entre otras a:
Eres mi Dios bondadoso y alabado
en el mundo no tienes comparación,
mi Dios bendito no mires mi pecado
para que así me concedas el perdón.
Ven sálvame Jesús, no hay nadie como tú,
ven sálvame Señor, tú eres mi salvador.
Ese es el hombre arrepentido que vive en contacto con Dios y sabe que en sus manos todo marchará mejor.
Al terminar de cantar habló con la sinceridad que lo caracteriza. “Yo, estoy por encima del mal y del bien. Soy el Rey Vallenato con mayor edad y como buen soldado he prestado el más grande servicio al folclor vallenato”.
Sin parar continuó diciendo. “Me siento dichoso de haber contribuido para que el folclor vallenato cada día sea más grande. La cuota de mi familia en este campo ha sido buena y un factor importante fue la creación del Festival Vallenato donde la comadre Consuelo Araujonoguera nos marcó el camino abriéndonos las puertas de Valledupar. Con ella siempre viví agradecido”.
‘Naferito’, a lo largo de su vida ha sembrado canciones que le han dado muchos frutos y como lo expresa, teniendo el honor de acompañar en la primera grabación a Diomedes Díaz. “Ese monstruo del vallenato era inigualable. Cantaba, verseaba y componía”.
Fuera de concurso
De repente cambió la historia de su diálogo y frenó en el año 1983 cuando fue en busca de su segunda corona en el Festival de la Leyenda Vallenata, pero pasó algo que no esperaba.
Esa noche fue declarado fuera de concurso. Naferito, el hombre noble, dicharachero, amiguero, el de la humildad que traspasa las barreras de su propia humanidad, y el que aprendió a tocar acordeón antes de decir “papá y mamá”, contó su verdad.
“Cuando se entregó el fallo no entendía nada. No era el nuevo Rey Vallenato, honor que se le otorgó a Julio Rojas. A cabo rato Gabriel García Márquez, quien estuvo en la mesa de jurados me mandó a llamar y me explicó”, recordó.
Hace una corta pausa, toma aire y relata. “El, me dijo que a partir de ese momento quedaba en la historia como el acordeonero que tocó mejor que todos en un Festival Vallenato, y más habiendo sido Rey Vallenato. Enseguida, me manifestó que yo era un fuera de serie y esas eran palabras mayores”. Sonríe y retrata a Gabo haciéndole ese pronunciamiento.
‘Naferito’, El hijo de Náfer Donato Durán Mojica y Juana Díaz Villarreal, está feliz en el pueblo que lo vio hacer hace 87 años, (26 de diciembre de 1932), donde la admiración, respeto y cariño juegan de local.
Entonces asevera que la quietud lo tenía “entumido” y no hacía sus constantes caminatas para “mover los huesos”.
También le faltaba platicar, así fuera de patio a patio con sus paisanos. Eso sí, no olvida la tempestad que ocasiona el enemigo que hace daño sin dejarse ver, hasta no permitir que se velen, ni acompañen a los muertos hasta su última morada.
“Esto causa dolor, dígamelo a mí, pero lo cierto es que la última palabra la tiene Dios. Estamos en sus manos”. A renglón seguido indicó que todas las mañanas hace oraciones y piensa que el tiempo difícil pronto pasará.
Él, a través del diálogo nunca se cansó de sumar recuerdos, como aquel cuando su papá tocaba el acordeón y su mamá entonaba cantos de tambora. “Los pozos brillantes se están derramando, los cubos de plata los están aparando”. O aquella que comienza: “Qué bonita herencia que me dejó el negro, esa es la que llevo por el mundo entero”.
Al final y antes de despedirse dijo: “Lo que estamos viviendo cambió el destino del mundo, nos hizo esconder y ser disciplinados para poder vivir. Me saluda a todos los amantes del folclor y por favor que se cuiden y no olviden ponerse en las manos de Dios”. Seguidamente añadió. “Les recomiendo leer en la Biblia, Filipenses 4:13”.
Primera vez que una crónica termina con un número, pero ‘Naferito’ Durán tiene toda la razón: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
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