Los niños, niñas y adolescentes acorralados por las amenazas de su abusador pueden permanecer en silencio y nunca contarles a sus padres lo que ha sucedido.
Pero ¿cómo podemos detectar algunos signos y síntomas que dan indicios de que nuestro hijo o hija está siendo abusado?
Por eso más adelante daremos a conocer algunas luces para detectar hechos de violencia sexual en nuestra familia o entorno.
En el confinamiento nacional por la pandemia del Covid-19 según cifras de Medicina Legal, se han presentado “10.056 casos de abusos contra niñas, 3.028 contra adolescentes y 3.296 contra menores entre los 6 a los 11 años de edad y recalcó que los números pueden ser mayores, ya que las víctimas no se atreven a denunciar porque los abusadores son miembros de su propia familia”.
Un abuso sexual ocurre cuando un niño o niña es utilizado con fines de estimulación sexual de su agresor o para gratificación de un observador.
Algunas actividades consideradas como abuso sexual son los manoseos, frotamientos, contactos y besos sexuados. La penetración sexual, el exhibicionismo o voyerismo (mostrar los genitales), la exhibición de pornografía y contactar a un niño vía internet con fines sexuales son algunas de las tantas formas de abuso existente.
Con frecuencia los abusadores inicialmente ganan la confianza de los niños para poder cometer el abuso, posterior a este los hostigan para que guarden “el secreto” y amenazan con atentar contra su vida o de las personas que quieren. Si el abusador es acusado por el niño este en ocasiones puede en ocasiones negarlo con firmeza y pueden ocasionar que usted como padre dude de lo que su hijo le ha manifestado.
Podemos encontrar algunas señales físicas y psicológicas que pueden dar luces de que su hijo o hija posiblemente ha sido o está siendo abusado, entre esas señales encontramos: Llanto fácil o irritabilidad, cambio notorio de la conducta y retraimiento (evitar el juego con otros niños, relacionarse poco con los demás, etc.).
También, comportarse defensivo ante el contacto físico, signos en su cuerpo o infecciones en genitales, conductas sexuales inapropiadas (simular un acto sexual, masturbación compulsiva, etc.) y dibujos sexuales.
Así como, regresiones (orinarse en la cama, no controlar esfínteres para la defecación, etc.), fracaso escolar, bajo rendimiento, desmotivación y renuencia a ver a alguien con quien tiene una ‘buena relación’ (Agresividad, conducta evitativas).
Para explorar en algo que nos inquiete con nuestro hijo o hija hay que manifestarles lo que vemos y abrir la comunicación con ellos con preguntas abiertas tales como: “¿Te pasa algo con tu tío? Me parece que cada vez que viene te pones intranquilo”, “Te he notado triste, ¿te gustaría que habláramos de lo que te pasa?”.
Es importante romper el silencio pero no debemos hacer preguntas que sugieran una respuesta como por ejemplo: “Estas enfadada ¿Estas enojada con tu compañera del colegio?”, “¿estás triste porque ya nos vamos a casa?”, etc. Cuando es difícil para ellos contarnos una verdad, o cuando no entienden bien una situación, pueden simplemente darnos la razón para evitar decirnos que está pasando.
Un abuso detectado jamás debe ser callado, como adultos responsables somos garantes de derechos de nuestros niños, niñas y adolescentes y debemos garantizar que se desarrollen en entorno seguros para que se puedan desarrollar integralmente.
Si algún niño o niña te cuenta hechos compatibles con un abuso sexual, muéstrale tu apoyo, créele y agradécele por la confianza.
Si no sabes cómo actuar ante estos hechos busca ayuda inmediatamente rompe el silencio que está inmerso entre los casos de abuso sexual, busca ayuda profesional o alguna entidad especializada en salud mental para niños, niñas y adolescentes.
Por: Andrés Flórez Padrón, psicólogo especialista en Gestión de Procesos Psicosociales.
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