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Opinión

Modelo webcam, dinero a cambio de dignidad

Por Sixto Canabal Flórez *

Hace un par de días navegaba por la web tratando de encontrar una serie que me habían recomendado; cuando de pronto, después de hurgar y manosear páginas que ofrecían la serie de manera gratuita, se me disparó una ventana emergente con una publicidad muy explícita que anunciaba lo siguiente: “CHICAS EN MONTERÍA A POCAS CUADRAS DE TU CASA”. Si algo he aprendido a lo largo de años y años de cacharrear mi pc, es que estos anuncios vienen cargados de virus que afectan tu computadora, o por lo menos así era hace un par de lustros. Sin embargo, por pura curiosidad morbosa le di clic a la imagen que presentaba a una jovencita blanca como un papel, con unos senos incipientes y unos ojos de fuego detrás de unos gruesos anteojos.

De inmediato me redireccionó a un sitio web con un sinnúmero de fotos de mujeres de todas las edades, colores, envergaduras y peinados; era en resumen, un catálogo diseñado para todos los gustos. Debajo de cada fotografía, en letras con brillantes destellos, titilaba el precio por entrar a la sala privada de la modelo que escogieras (15 dólares por 15 minutos). Cuando uno tiene este vicio de escribir, siempre está a la caza de ideas para desarrollar un texto, entonces creí que este sería un buen tema para abordarlo desde una perspectiva social y como una problemática que está llevando cada vez a más mujeres, e incluso hombres, a incursionar en este mundillo.

En cuanto a si entré a la sala privada o no, esa información solo la sabe mi tarjeta de crédito. La industria del sexo ha sido a lo largo de la historia, sin ninguna duda, una de las más lucrativas. A mediados de los 90 surgieron las primeras modelos de cámaras Web, aunque la actividad era muy diferente a la que conocemos en la actualidad. El método era poco ortodoxo, las mujeres transmitían por internet la mayoría de su vida, 24 horas al día, sin censura ni límites. Pero la erupción volcánica que disparó el rating de estas transmisiones fueron los eventos sexuales que solían tener estas personas, relaciones sexuales con un novio, masturbarse en una tarde solitaria o algún tipo de juego erótico. Esto hizo que la popularidad de estos sitios creciera a nivel global, y aprovechándose del morbo y la curiosidad, indujeron a la gente para que pagara membresías costosísimas para poder ver esas transmisiones.

Dos décadas después, la idea se fue fraguando hasta que en 2014 se crearon sitios web con muchísimos modelos, clasificados por sus características físicas, sus gustos o sus disposiciones. En Colombia, a partir de la pandemia, muchas personas que perdieron su trabajo por el cierre de las empresas en las que laboraban, encontraron en este oficio una alternativa laboral y un impulso económico definitivo en sus vidas. Sin embargo, no todo es color de rosa en esta industria, pues como toda información que se sube a la red, queda expuesta a la manipulación por parte de terceros o de agentes delictivos.

Por ejemplo, a las personas que crean estos contenidos les queda latente el riesgo de ser utilizadas en chantajes sexuales así como la divulgación de datos personales que puedan facilitar el contacto con personas inescrupulosas. También cabe la posibilidad de que la persona al otro lado capture nuestra imagen (o el audio o ambos) y la utilice sin nuestro permiso. Incurriendo en la explotación sexual de nuestro cuerpo sin nuestra autorización.

“Un día, a través de un cliente, me enteré de que existen personas o estudios que suben las transmisiones de todas las modelos y sus registros fotográficos a páginas pornográficas donde se venden sin ningún consentimiento”. Dijo una joven afectada en una entrevista reciente. Siguiendo esta idea, muchos modelos webcam se ven obligados y obligadas a realizar conductas desagradables o poco convencionales para satisfacer la necesidad de los clientes, pues en línea se encuentra toda clase de personas con sus fetiches personales: con los pies, sadomasoquismo, sumisión, etcétera; que en muchos casos sobrepasan los límites de la perversión.

Esta problemática crece porque muchas jóvenes en nuestra actualidad están abandonando las escuelas y se están enrolando en el mundo de la pornografía digital, en muchas ocasiones embaucadas por bandas criminales que se dedican al negocio de la explotación sexual. Somos una sociedad que paulatinamente ha perdido los valores, la ética y la empatía, ahora mismo lo que vale es sacar provecho de las circunstancias por encima de cualquier convencionalismo social.

Es hora de crear conciencia, demostrar que el camino fácil no nos conduce al éxito mediático, y de reflexionar si toda esta opulencia, vida de lujos y dinero que nos muestra esta industria, y que no es del todo cierta, vale la pena en detrimento de nuestra dignidad y el buen nombre.

*Licenciado en lengua castellana y español y literatura, amante de las letras y la escritura. Actualmente labora como docente de lectura crítica.

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