Por Bibiana Cabarcas*
Todavía recuerdo con cariño a mi primera profesora, la que me tuvo paciencia y enseñó a leer y escribir, la que me daba consejos y visitaba en la casa cuando estaba enferma, siempre ocupará un lugar muy especial en mi corazón. Luego fui creciendo y por allá en los años de primaria y bachillerato las exigencias fueron mayores y por esa época, años ochenta, la disciplina enmarcada en el modelo conductista nos obligaba a ver al profesor como el único sabedor y todopoderoso, y el reglamento se cumplía a rajatabla. El profesor era respetado tanto por estudiantes como por los padres de familia, y el colegio era un lugar seguro y lleno de conocimientos. La estima socio-comunitaria por la figura del maestro era evidente, eran íconos de virtud y modelos a seguir. Pero, esta percepción ha ido cambiando drásticamente, y los docentes han sido centro de críticas y severos juicios, menguando el reconocimiento a su labor y es respaldo que solían darle las familias.
En esta cultura contemporánea, las figuras de autoridad han ido perdiendo influencia, empezando por las figuras paternas en las nuevas generaciones de jóvenes, lo que se traslada a los docentes. Son muchos los desafíos que enfrentan los docentes y el reto emocional es enorme. La masificación de los centros escolares, disgregación de los núcleos familiares, pérdida de prestigio de la figura docente ante padres de familia, exigencias pedagógicas del siglo XXI con recursos del siglo XX; crisis social y económica y la inestabilidad e incertidumbre en su campo laboral.
Esta presión, conocida como síndrome de desgaste profesional docente (Burnout), que reportan que el 90% de los maestros sufren de agotamiento, ansiedad, depresión, es un fenómeno poco conocido y al cual no se ha prestado la debida atención y cada vez más está representando incapacidades y enfermedades al cuerpo docente.
Los docentes aún no han cambiado mucho en cuanto a conocimientos y amor por lo que hacen, es más, ahora tienen maestrías y hasta doctorados, y son muchos los que van a capacitarse al exterior; no pueden cambiar el modelo educativo vigente, tampoco reestructurar familias ni intervenir en la crisis social que vive nuestro país, y aunque quisieran, tampoco modificar el entorno de los estudiantes; pero a diferencia del maestro de otras épocas, los maestros de hoy se han convertido en compañeros de viaje de los jóvenes que forman desde su propia falibilidad humana, cargado de emociones, sentimientos, miedos y pasiones. El docente de hoy es un ser humano que reta y se deja retar, que se valora para poder desde ahí valorar al otro, y que debe aumentar día a día su autoestima para no dejarse atropellar del entorno socio-cultural contemporáneo.
*Comunicadora Social. Especialista en gerencia del talento humano y marketing político y Estrategias de Campaña. Cursando maestría en educación. Docente del municipio de Montería en lengua castellana.