Instrucción cívica y religiosa católica en Colombia: ¿Cómo era y cómo es actualmente?
A lo largo de la historia Colombiana se han enseñado a los niños y adolescentes, en las escuelas primaria y secundaria, cátedras sobre democracia, participación ciudadana y conciencia cívica y religiosa, entre otras asignaturas dando a conocer el sentido patriótico y la importancia de las normas sociales establecidas para la buena convivencia ciudadana y ser un ciudadano ejemplar, participativo en la toma de decisiones estatales y que respeta la constitución y la ley.
Es así que la historia enseñada mediante los manuales y talleres didácticos desempeñó un papel crucial en la aproximación del pasado sociopolitico y en la formación ciudadana de los estudiantes, ya que las condiciones establecidas en las escuelas del país, permitieron un espacio de amplia socialización de estos conocimientos, los cuales tuvieron una carga de legitimidad que no fue refutada ni criticada, sino más bien, reconocida como una acción colectiva que tenía todo el peso de una tradición historiográfica precedente.
Por ello, la historia ha servido como un medio expedito para trazar los orígenes nacionales, los referentes fundamentos históricos y una memoria oficial.
Asimismo, a través de los años y guardando las diferencias contextuales en cada momento, el Estado ha utilizado la enseñanza de la historia como un mecanismo que promovió valores cívicos y morales acordes a las necesidades ideológicas de la oficialidad, sustentados en la descripción de los personajes y hechos fundacionales de la Nación.
Bajo el amparo de lo anterior, esta investigación tendrá por objeto analizar la propuesta de enseñanza de la historia que se desarrolló entre aproximadamente en los años 1880 y 1930, período conocido por la historiografía como República Conservadora, enfocándonos en el componente ideológico que promovió una instrucción cívica y moral planteada a través de los contenidos en los manuales de historia, destinados para la enseñanza primaria y secundaria.
Ahora bien, si hablamos específicamente en este período, la educación y la enseñanza de la historia presentaron una perspectiva, se podría decir: particular.
A partir de la propuesta política conocida como la “Regeneración”, se evidencia un paulatino cambio en las directrices educativas, ya que uno de los pilares del conjunto de instituciones a ‘regenerar’, fueron los fundamentos ideológicos promovidos en la educación, propósito que fue presentado a la opinión pública mediante la prensa y las alocuciones del gobierno con una condición de urgencia y necesidad imperantes entre partidos opositores.
Con el camino allanado, un grupo de letrados, excombatientes, religiosos y ministros se dispuso a crear una constituyente en la que participaron los ideólogos de la Regeneración y la iglesia colombiana, surgiendo de allí, la Constitución Política de 1886, la cual partía refiriendo a Dios como fuente suprema de toda autoridad y sustentada bajo la proclama: unidad y orden.
Con esta nueva Carta Magna, la educación fue dotada de una carga moralista y confesional promovida de acuerdo con la renovada relación con el clero, siendo una respuesta de reorganización a las anteriores décadas del proyecto Liberal de intensificar los contenidos educativos en las escuelas.
Claro que, por obvias razones la enseñanza de la historia no estuvo exenta de estos cambios políticos e ideológicos, ya que mediante ella, se estableció un derrotero formativo que promovió la interpretación heroica, militar y política del pasado, en una burda guía de acontecimientos, personajes y anécdotas organizadas de forma cronológica y expuesta de forma descriptiva y acrítica, siguiendo palpablemente los lineamientos e intereses del conservadurismo y de la Iglesia Católica por lo que se decía que antes de la constitución de 1991, el estado Colombiano era dominado por la iglesia católica o por la consigna: la patria es del Sagrado Corazón de Jesús.
Por otro lado, para llevar esto a cabo, las políticas educativas expuestas en las leyes y los decretos reglamentarios, establecieron una ruta de lo que podía enseñarse, formulando directrices y planes de estudios que no trastocaran los fundamentos ideológicos conservadores, esencialmente, la instrucción del dogma cristiano como eje formativo.
De esta manera, la educación en general y la enseñanza de la historia en particular, se usaron como mecanismos de difusión de ideas y saberes parcializados, con el objetivo principal de instruir un tipo de ciudadano de corte conservador.
Si hacemos un contraste vemos que, en cuestión al panorama actual de la enseñanza de la historia en Colombia, se hace necesario pensar desde diversas perspectivas, las formas para restablecer el importante papel que posee la historia en la formación de los estudiantes, y es por ello que las investigaciones académicas deben continuar evidenciando, tanto en las prácticas actuales como en las que hubo en el pasado, las diferentes apuestas que se han presentado en esta enseñanza, examinando las influencias, fundamentos, características, propósitos y métodos, para que así, se logre configurar un conjunto de resultados investigativos que nos conduzcan a un claro entendimiento de la enseñanza de la historia en el país, y con ellos, adquirir elementos que contribuyan a la recuperación o rescate de la historia en la escuela.
Si bien en cuestión de moralidad, es importante recuperar aspectos esenciales de la educación religiosa y cívica, esto tenía mucha más tenacidad en tiempos anteriores.
En el aspecto político, por ejemplo, sin lugar a dudas estas cinco décadas transformaron el Estado colombiano, ya que la Constitución de 1886 fue el marco legal que estableció un gobierno centralista y un control administrativo fuerte, especialmente en el Ejecutivo.
Las coaliciones políticas fueron primordiales para que estas medidas se llevaran a cabo, surgiendo cada una por crisis políticas y económicas, de ahí, que por medio de la prensa partidista y las alocuciones presidenciales, masificaran la idea de restablecer la instrucción moral católica para las jóvenes generaciones, aseverando que era fundamental para el destino de la nación, so pena de la catástrofe general.
De esta manera, bajo el estandarte de que la religión católica sería la fuente para alcanzar la paz, el orden social y la unión del país dividido, y el argumento de que el pueblo era “profundamente religioso” y de “uniforme credo”, se extendió la necesidad de instaurar en la política y en la educación un fundamento de moralidad y de fe en Dios, razón para que el gobierno afianzara su vínculo con el clero.
La proyección de focalizar como referente único la religión católica no solo buscaba la reorganización educativa bajo el poder de la Iglesia católica colombiana, sino que el interés iba mucho más allá: por un lado, el darle poder al clero en el control de la educación tuvo por objetivo restaurar los lazos rotos ocasionados durante el período del liberalismo radical, y afianzar de nuevo la fuerza política de la cristiandad en el gobierno; por el otro, la transformación de los fines educativos se sustentaron en la necesidad de instruir en un conjunto de valores acordes con el dogma católico, los cuales tenían como prioridad los deberes para con Dios, el Estado y la sociedad, en armonía con la de los derechos fundamentales y colectivos y promoviendo la aceptación de las políticas públicas establecidas.
Por lo anterior, se determinaron leyes que fueron centralizando la burocracia educativa en en los diferentes planteles educativos, con la competencia de inspeccionar de manera sistemática las regiones, los departamentos y las ciudades, por lo que en palabras mas, palabras menos, la función de la educación cívica y religioso-católica tuve tres objetivos principales.
Primero: se sancionó como obligatoria la cátedra religiosa, estableciendo una vigilancia que censuraba cualquier conocimiento que no fuese ‘apto’ dentro de los cánones del catolicismo, tanto para los institutores como para los libros de texto, abarcando los usados para la enseñanza de la historia.
Segundo, socializó unos conocimientos básicos y aprendizajes técnicos, que gradualmente, surtieron efecto en las necesidades del aparato productivo, tanto en la ciudad como en el rural.
Tercero, propagó un imaginario colectivo que tuvo como propósito la integración y la identidad nacional a través de los valores y los preceptos católicos, y en esta línea, la enseñanza de la historia mediante los manuales, consolidó a que la memoria del pasado afianzara esta unidad, vivificando el origen de la Nación y el surgimiento de la república bajo el amparo de Dios, las leyes y la justicia.
Por todo lo anterior podemos deducir que la enseñanza en Colombia se vio altamente influenciada por las concepciones religiosas del clero en conveniencia del conservadurismo, las cuales propusieron un ideal de hombre y un tipo de ciudadanía que fuera acorde con su marco ideológico.
Por ende, se estableció un plan de orientaciones dogmáticas que trajeron como consecuencia que los debates filosóficos, los avances científicos y las problemáticas sociales de la época fueran excluidos de los contenidos escolares.
Finalmente, desde mi punto de vista e independientemente de los propósitos benévolos o tergiversados o politizados de la instrucción cívica y religiosa a lo largo de la historia colombiana, el uso de la enseñanza de la historia se hizo hasta la fecha fundamental, ya que no era simplemente un saber erudito o para las capas doctas del país, sino que su mayor utilidad se fundamentaba en ponerla al servicio de la formación de los jóvenes como una guía para el accionar humano, elaborando una historia aleccionadora, sobre la cual se podría trazar el pasado, la interpretación del presente y una perspectiva optimista hacía el futuro del país.
Por causa de estas consideraciones, la historia fue instalada en el pensum de lo oficial con una intensidad horaria que variaba según el decreto en vigencia, pero, no por ello fue excluida esta asignatura, pues se mantuvo en todos los grados educativos, incluso en los diferentes tipos de instrucción, como la técnica, en filosofía y letras o si esta fuese rural o urbana, partiendo desde la primaria hasta la educación superior, teniendo como base la formación integral de un ciudadano ejemplar, sea cual sea su credo.
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